17 de junio de 2025 - 14:43 Por Sarai Avila Las relaciones entre Chile y China se remontan oficialmente a 1970, cuando el país se convirtió en el primero de Sudamérica en establecer lazos diplomáticos con la República Popular China. Desde entonces, el intercambio económico y político no ha dejado de crecer. En 2005 se firmó un Tratado de Libre Comercio que catapultó el comercio bilateral y permitió que, en 2009, China se convirtiera en el principal socio comercial de Chile. Actualmente, el intercambio supera los 58.700 millones de dólares y las exportaciones chilenas al gigante asiático, centradas en cobre, litio y productos agroalimentarios, gozan en su mayoría de arancel cero.
Este vínculo estratégico se forjó sobre la base de una relación estable, con respeto mutuo y cooperación en diversos frentes, desde la economía hasta la cultura y la ciencia. Sin embargo, el salto de China como inversionista relevante en el país es un fenómeno más reciente, que tomó fuerza a partir de 2016 con la firma del Acuerdo de Protección y Promoción de Inversiones.
Los sectores favoritos de las inversiones chinas en Chile
La energía y la minería son los sectores que más han atraído el interés de los capitales chinos en Chile. En el ámbito energético, las inversiones comenzaron con fuerza en 2012, especialmente en energías renovables, y escalaron hasta convertir a China en el actor predominante en el sector eléctrico. Ejemplos icónicos son la compra del 97% de la Compañía General de Electricidad (CGE) por State Grid en 2020 por 3.000 millones de dólares, y la adquisición de Chilquinta por 2.230 millones en 2019. China Southern Power Grid también tiene participación en Transelec, aunque intentos por aumentar su control fueron bloqueados por la legislación chilena.
En minería, el interés chino ha sido evidente en el litio. Tianqi Lithium adquirió en 2018 el 24% de SQM por 4.000 millones de dólares, participación que la ha ubicado en el centro de las negociaciones por la explotación de este recurso estratégico. Además, empresas como BYD y Tsingshan han anunciado proyectos industriales para agregar valor al litio, como plantas de cátodos y baterías en el norte del país.
La agroindustria, las telecomunicaciones y la salud también forman parte del abanico de inversiones. Desde la adquisición de viñas como Bisquertt y San Pedro Tarapacá hasta la instalación de centros de datos de Huawei o el futuro laboratorio de vacunas de Sinovac, la presencia china se diversifica y amplía en el territorio.
¿Cómo ve China a Chile?
Desde la mirada china, Chile es mucho más que un socio comercial. Para el gigante asiático, Chile representa una plataforma clave en su estrategia de expansión en América Latina y un punto de anclaje en el Pacífico para sus proyectos de conectividad global. Así lo destacan medios estatales chinos y declaraciones de sus líderes: Chile es percibido como un socio estable, confiable y con una institucionalidad sólida, que ofrece garantías para el desarrollo de inversiones de largo plazo.
La inclusión de Chile en la Iniciativa de la Franja y la Ruta refuerza esta visión. Pekín considera que la participación de Chile en este ambicioso plan global facilita la inserción de empresas chinas en proyectos de infraestructura, energía y tecnología en el Cono Sur, con un impacto que trasciende las fronteras nacionales. Para China, las inversiones en Chile no solo buscan rentabilidad, sino también posicionarse como actor indispensable en la región, aprovechando la ubicación geográfica del país y su apertura al comercio internacional.
En foros empresariales y diplomáticos, como el Foro Chile-China 2025 o las reuniones entre los cancilleres de ambos países, las autoridades chinas han enfatizado el interés en trabajar con Chile en los grandes desafíos globales: desde la transición energética hasta la digitalización y la seguridad alimentaria. Pekín ve en Chile un socio pionero y un referente en América Latina, especialmente por su temprana firma del Tratado de Libre Comercio y su rol en promover el multilateralismo.
Además, en la narrativa oficial china, Chile es visto como un modelo de cómo una relación de respeto mutuo y cooperación puede traducirse en beneficios compartidos. Esta percepción refuerza la voluntad de seguir invirtiendo y profundizando la relación bilateral, incluso en un contexto de tensiones globales y crecientes disputas comerciales entre potencias. Chile es una pieza estratégica en su mapa de proyección internacional: un país que no solo abre puertas a los mercados de la región, sino que también permite consolidar su imagen como potencia global dispuesta a impulsar el desarrollo conjunto.
Las inversiones chinas en Chile aportan capital para proyectos de gran envergadura, generan empleos y potencian sectores como la energía renovable, clave para la transición energética y los compromisos medioambientales del país. Además, permiten posicionar a Chile como un socio estratégico en el comercio global y un puente para el ingreso de capitales chinos al resto de América Latina.
Sin embargo, esta creciente presencia también plantea desafíos. Expertos y analistas alertan sobre el control que empresas estatales chinas ejercen en infraestructura crítica, como la distribución eléctrica, lo que podría comprometer la soberanía energética. A ello se suma la falta de una legislación robusta en Chile que proteja activos estratégicos, lo que deja al país vulnerable a monopolios y a posibles condicionamientos en caso de tensiones geopolíticas.
Las polémicas que acompañan las inversiones
Las inversiones chinas en Chile no han estado exentas de controversias. El dominio de empresas chinas en el sector eléctrico —que algunos informes cifran en cerca de dos tercios del mercado— ha generado preocupación en sectores políticos y académicos, que advierten sobre riesgos para la seguridad nacional. A esto se suman críticas a los mecanismos de adquisición, que en varios casos se han facilitado por la salida de competidores debilitados tras la crisis financiera de 2008 y la pandemia.
En el litio, el proceso de adjudicación de cuotas y proyectos ha enfrentado cuestionamientos por parte de actores como Tianqi, que reclama mayor transparencia en los acuerdos alcanzados entre Codelco y SQM. Asimismo, proyectos emblemáticos como el de Sinovac o el de la central hidroeléctrica Rucalhue han chocado con dificultades burocráticas, cuestionamientos ambientales y conflictos con comunidades locales, lo que evidencia las tensiones que las inversiones extranjeras pueden generar en el plano interno.
Hoy, Chile y China miran al futuro con la meta de seguir ampliando su colaboración. La Iniciativa de la Franja y la Ruta ofrece un marco para nuevas inversiones en infraestructura, tecnología y desarrollo sostenible. El presidente Gabriel Boric reafirmó el compromiso de Chile con el multilateralismo y la cooperación, destacando que los grandes desafíos globales requieren alianzas como la que une a ambos países.
No obstante, el crecimiento de las inversiones chinas sigue desatando debates en torno a la necesidad de diversificar socios, fortalecer la regulación sobre infraestructura crítica y garantizar que los beneficios económicos se distribuyan de manera equitativa dentro del país. Las tensiones recientes por la lentitud en la tramitación de proyectos o los cambios en las condiciones del litio muestran que, aunque el vínculo es sólido, no está exento de fricciones.