8 de enero de 2024 - 19:40 Por Uriel Salamon Cuando desde el 7 de octubre del año pasado la mirada internacional se situó sobre el conflicto armado desatado entre Israel y la organización terrorista Hamas, tras el sangriento ataque de esta última con asesinatos, violaciones y secuestros de la población civil israelí, no se vislumbró a ciencia cierta que el conflicto podría extenderse tanto. Quizás muchos pensaron que sería otro de los tantos enfrentamientos que se dan en el sur de Israel cuando Hamas ataca con sus misiles desde la Franja de Gaza, territorio que gobierna hostilmente desde 2006. Sin embargo, los análisis no contemplaron que el enfrentamiento en Gaza podría reactivar la mecha de otro conflicto zonal irresoluto: La frontera sur del Líbano y la guerra no oficialmente declarada aún entre Hezbolá e Israel.
Hezbolá (adaptación fonética al español del árabe izbu-'llh(i), «Partido de Dios», desde izb, partido y Allah, Dios) es una organización musulmana chií libanesa que cuenta con un brazo político y otro paramilitar. Fue fundada en el Líbano en 1982 como grupo insurgente que aglutinaba a musulmanes chiitas entrenados, organizados y fundados por un contingente de la Guardia Revolucionaria iraní. De hecho, Irán es su principal proveedor de armas, capacitación y combustible ideológico. Son además tristemente célebres en Argentina por haber reivindicado con autores de los dos atentados más sangrientos de la historia argentina, la voladura de la embajada de Israel en 1992 y la de Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994.
La frontera lindante entre Israel y Líbano no ha sido durante años una zona exenta de conflictos que vienen de larga data. Sin embargo, desde el último conflicto entre Israel y Hezbolá en 2006, se vivía una relativa calma. La llamada segunda guerra del Líbano, ya que la primera en 1982 la había librado Israel con la Organización para la Liberación de Palestina al mando de Yaser Arafat, había " disuadido" al actual líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, de volver a atacar a Israel dado que la respuesta militar por aire, tierra y mar fue mucho más allá de lo que propio Nashallah esperaba. De hecho, lo confinó desde ese año a vivir en un bunker. No obstante, el sangriento ataque de Hamas, la incursión de Israel con sus fuerzas en Gaza y el apoyo incondicional de Irán, lo animó a volver a atacar a Israel, con misiles y drones, lo que ha generado la respuesta israelí, hasta ahora por vía área, pero dejando el terreno abonado para una posible incursión más contundente, lo que desataría otro foco de conflicto en el ya convulsionado Medio Oriente.
Desde el inicio de las hostilidades, Hezbolá atacó puestos y poblados israelíes a lo largo de la frontera con drones y misiles. Desde Israel dicen que se han lanzado más de 1.700 cohetes desde Líbano a Israel, lo que ha causado la muerte de 18 israelíes y heridas a más de 150 personas, además de tener que evacuar a unas 60.000 personas de más de 40 comunidades del norte del país, incluida la importante ciudad de Kiryat Shemona, que tiene 22.000 habitantes. En el lado libanés, unas 74.500 personas han tenido que desplazarse debido a los combates, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones y se registran más de 200 muertos por los bombardeos israelíes en Líbano, si bien la mayoría eran miembros Hezbolá y grupos aliados. Se contabilizan entre los muertos al menos 23 civiles.
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¿Nueva guerra abierta entre Israel y Hezbollah?
En la continuidad de las hostilidades, el Ejército israelí informó este martes de que había atacado intensamente por aire contra infraestructura de Hezbolá, incluyendo puestos de observación, almacenes de armas y cuarteles militares en el valle de Wadi Saluki, desde donde alegan que el grupo ha lanzado numerosos ataques hacia Israel. Hezbolá ha reivindicado nueve ataques contra Israel, la mayoría de ellos con misiles. La tensión se viene incrementando desde principios de año cuando Israel atacó un barrio de Beirut, bastión de Hezbolá, para matar al numero dos de Hamas Saleh al Arouri, y otros comandantes del grupo. La creciente tensión podría derivar en un enfrentamiento que amplíe el conflicto existente.