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Inversiones y política

China y América latina: dinero por blanqueo político

El gobierno de China hizo de América latina un socio dependiente para apoyar sus polémicas cruzadas en el debate internacional

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25 de febrero de 2023 - 14:03

La influencia de China en América latina es innegable, y ha crecido de manera exponencial desde el inicio de siglo. Semanas atrás, el presidente Nicolás Maduro se refirió a la necesidad de establecer una nueva geopolítica regional, basada en la “comunidad de destinos compartidos (de la) que habla nuestro hermano mayor Xi Jinping”. En el mismo acto, también hizo una mención similar sobre el mundo multicéntrico que propone Putin. El lirismo del presidente venezolano esconde su misión, delegada o autoimpuesta, de ser abanderado de una nueva América latina, bajo imperio de las ideas rusas y chinas.

La apertura económica impulsada por China desde fines del siglo pasado, tras la culminación de la Guerra Fría, ha sido abrumadora. Y lo fue más aún luego del 11 de septiembre de 2001, cuando la hegemonía de Estados Unidos sufrió un golpe demoledor. En primer lugar, se focalizó, lógicamente, en sus vecinos del este y sur asiático. Pero luego, el destino elegido fue América latina. El inicio de siglo mostró a una región dominada por gobiernos de centro izquierda: Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Chávez en Venezuela, Lugo en Paraguay, Mujica en Uruguay, algunos años de Bachellet en Chile. Esto, y el boom de las commodities que tanto benefició a la región, permitieron que China hiciera pie firme en estas latitudes. Sin embargo, la expansión más importante, se dio luego de 2013, tras el lanzamiento de la famosa “Nueva Ruta de la Seda” con la que el gobierno de Xi Jinping pretende colonizar el mundo.

Cuando hablamos de las vinculaciones de China con la región, necesariamente debemos hacer referencia a dos ámbitos, íntimamente vinculados. El primero, la economía: más allá de cierta paridad en el intercambio comercial, las marcadas dificultades económicas que presenta América latina llevan a una total disparidad que abre un espacio inmenso para la presencia de inversiones chinas en materia de infraestructura y energía. El segundo, la política. China necesita encontrar en América latina el apoyo a sus causas, que le es negado en Europa y Estados Unidos.

La economía

Actualmente, el comercio entre China y la región asciende a más de 450.000 millones de dólares por año, lo que representa un crecimiento de más del 50% respecto del registro de 2020. La reactivación económica post pandemia, tanto en China como en América latina, es la responsable de este aumento.

Según datos de 2021, las ventas de China a América latina alcanzaron los 230.000 millones de dólares, y se basaron mayoritariamente en productos industrializados: automóviles y productos electromecánicos, como así también un remanente de insumos médicos luego de la extraordinaria demanda producto de la pandemia. Por su parte, las ventas de América latina a China registran un valor ligeramente menor: 223.000 millones de dólares. La base de este intercambio son las commodities, concretamente los productos agrícolas, característicos de la región, y los minerales, uno de los mayores activos que tiene la región para el mundo entero, no solo para el gigante asiático. China es el mercado más importante al momento de recibir las exportaciones de Brasil, Cuba, Perú, Uruguay y Chile. Hasta aquí, una vinculación bastante equitativa entre ambas partes.

Sin embargo, las inversiones terminan con la paridad en el intercambio comercial, y vuelcan la balanza a favor de China totalmente. En sus orígenes, en el primer cambio de década del siglo, las inversiones chinas estaban claramente destinadas a sortear la escasez de producción local y satisfacer sus propias necesidades internas. En este sentido, se concentraron en petróleo y gas, recursos naturales y alimentos. Sin embargo, satisfechas las necesidades más básicas, China dio lugar a una segunda etapa de inversiones, concentradas en desarrollo de infraestructura que permita mejorar la conectividad bioceánica, tanto física como tecnológica, algo imprescindible para el desarrollo exitoso de la estrategia más ambiciosa del gobierno de Xi Jinping, la Nueva Ruta de la Seda china, el monumental proyecto chino para expandir su presencia en el mundo, del que 19 países de América latina ya son parte. Hoy en día, las inversiones chinas se han diversificado a energías renovables, producción automotriz, telecomunicaciones y explotación de minerales estratégicos como el cobre, litio o niobio. Los países más receptivos a las inversiones chinas son Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina.

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China y Venezuela. Xi y Maduro.

China y Venezuela. Xi y Maduro.

La ejecución de esta estrategia la comanda el gobierno chino, pero la protagonizan organismos públicos, bancos estatales, bancos privados y empresas privadas casi por igual. En China, todo depende del Partido Comunista, porque lo que la diferenciación es solo semántica.

Esta situación da lugar al análisis del segundo ámbito, el político.

El lado B de los desembolsos de dinero, incluyen varias aristas polémicas. La primera, es la presencia de trabajadores chinos en cada una de las grandes obras que el país ejecuta en la región. China pone el dinero, pero también los trabajadores y las condiciones laborales de los mismos, que distan mucho de las condiciones propias de los países de la región e incluso colisionan con los derechos humanos y laborales reconocidos en los tratados internacionales. Estos lugares operan como si se tratara de territorio chino.

La segunda, la depredación de los recursos naturales. La extracción de minerales, o la construcción de grandes obras de infraestructura, muchas veces no contemplan los daños irreversibles que generan sobre el ecosistema de la región. Lo sucedido en las extracciones de minerales en Ecuador o Bolivia dan cuenta de esto.

La tercera, efecto de la segunda, es el avance sobre comunidades originarias de estos lugares que son depredados. Muchos de los lugares en los que se ejecutan obras con financiación china son territorios de comunidades originarias, que son despojadas de su tierra.

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La Nueva Ruta de la Seda China en América latina.

La Nueva Ruta de la Seda China en América latina.

La política

El primer paso fue el intercambio económico. Luego, llegaron las grandes inversiones en infraestructura. Y como producto de ambos, llegó el momento de ejecutar el objetivo final del gobierno chino en la región: ejercer la autoridad que le confiere el hecho de invertir miles de millones de dólares para el desarrollo de la región. En otras palabras, aprovechar la dependencia de América latina de los fondos chinos.

Por supuesto, aquí no hay víctimas y victimarios. América latina saca provecho de las inversiones chinas, pero sí es cierto que la situación económica de la región no ofrece mucho lugar para pensar en grandes obras, por lo que las inversiones chinas son difíciles de rechazar. A cambio, algunas condiciones impuestas por el gran benefactor.

China necesita del apoyo de América latina a sus intereses en los debates internacionales. Este es el aporte más importante que China necesita de la región, mucho más que sus alimentos. América latina opera como un blanqueo para China en la comunidad internacional. Países democráticos apoyan sus cruzadas, o al menos no las condenan.

Una de las cuestiones centrales para China es la falta de condena a violaciones a los derechos humanos contra la comunidad musulmana constatadas por organismos internacionales en la provincia de Xinjiang. Pero hay otra más importante: el apoyo a China en la consecución de, quizá, su objetivo más ambicioso: la reunificación de la China continental con Taiwán.

La teoría de una sola China es incuestionable para el gobierno de Xi, lógicamente, pero también comienza a serlo para los países muy dependientes de China en todo el mundo. Los de América latina no son la excepción, al punto que algunos decidieron romper vínculos con Taipei con tal de no ofender al gobierno chino. Las condenas de Occidente al hostigamiento chino a Taiwán, en general, reciben el silencio por parte de los países de América latina, a excepción de los países abiertamente pro China (Cuba, Venezuela y Nicaragua), que las rechazan abiertamente.

Todo tiene su precio

China ha logrado hacer de América latina una región muy dependiente del flujo de dinero chino. Es muy improbable que los países de la región logren sustituir las inversiones chinas por recursos propios o por inversiones de otros países. También es muy improbable que puedan devolver los préstamos que China otorga para la ejecución de obras. Todo genera que la región quede muy limitada a la hora de participar en foros internacionales: el apoyo a China en votaciones, o simplemente la abstención y el silencio, son la retribución. Dinero por apoyo político, nada que sorprenda.

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