En la entrevista emitida el 2 de noviembre, Trump afirmó que “diría que sí” cuando le preguntaron si los días del mandatario venezolano Nicolás Maduro estaban contados, pero evitó confirmar acciones concretas de guerra. La ambigüedad del mensaje refuerza una estrategia conocida del expresidente: proyectar fuerza sin comprometerse del todo, manteniendo abierta la puerta a la negociación o la amenaza militar según convenga.
Mientras tanto, Estados Unidos incrementó su presencia militar en el Caribe, con el portaaviones USS Gerald R. Fordy varias unidades de guerra desplegadas cerca de Venezuela. Washington argumenta que se trata de una operación de control del narcotráfico, pero la magnitud del despliegue y la cercanía geográfica elevan el riesgo de un error de cálculo o de una escalada accidental.
El argumento antinarcóticos como paraguas político
Trump ha vinculado su ofensiva contra Maduro a la lucha contra el narcotráfico y la migración irregular, insistiendo en que Venezuela “exporta criminales” y “envía drogas” a su país. Sin embargo, observadores internacionales destacan que no existen pruebas públicas contundentes que respalden esas acusaciones. La narrativa antinarcóticos podría servir de cobertura política para justificar un aumento de la presión militar o sanciones más duras.
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Riesgos políticos y legales en Estados Unidos
Las declaraciones del presidente sobre posibles operaciones en tierra “sin pedir necesariamente una declaración de guerra” abren un nuevo frente de debate interno. Eludir la autorización del Congreso podría tener consecuencias políticas y legales graves, especialmente en un año electoral. En ese contexto, cualquier paso hacia una intervención directa podría reavivar viejas críticas sobre la política exterior unilateralista de Washington.
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Efectos regionales: América Latina en tensión
La creciente hostilidad entre Washington y Caracas polariza nuevamente a la región. Gobiernos aliados de Maduro, como Cuba o Nicaragua, ya han condenado la presencia militar estadounidense; otros, más moderados, miran con cautela los movimientos de flota por temor a un conflicto abierto. En paralelo, potencias como Rusia y China podrían aprovechar la tensión para reforzar su presencia en el Caribe y profundizar la rivalidad geopolítica en el hemisferio.
El futuro inmediato puede dividirse en tres escenarios: una presión diplomática y económica prolongada; ataques selectivos bajo el paraguas antinarcóticos; o una intervención de mayor escala, improbable pero no descartada.
La frase de Trump —“los días de Maduro están contados”— busca impactar tanto en Caracas como en la audiencia interna de Estados Unidos. Pero la combinación de despliegue militar, retórica agresiva y falta de claridad estratégica podría convertir una amenaza política en una crisis regional.