22 de junio de 2025 - 13:35 Por Lucas Garcia La reciente ofensiva militar de Estados Unidos sobre instalaciones nucleares clave en Irán—ordenada por el presidente Donald Trump y ejecutada con ataques de precisión sobre Fordow, Natanz e Isfahan—no solo ha encendido las alarmas en Oriente Medio, sino que generó una reacción virulenta de parte de Rusia, cuyo posicionamiento revela la profundidad de la fractura geopolítica global actual.
El vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvédev, fue tajante: advirtió que algunos países podrían estar dispuestos a entregar armas nucleares a Irán como respuesta al ataque estadounidense. Si bien no especificó qué países ni bajo qué condiciones, el mensaje apunta claramente a una escalada nuclear indirecta como medio de disuasión, ampliando peligrosamente el tablero del conflicto.
La narrativa rusa: de la defensa del derecho internacional a la amenaza estratégica
Moscú calificó los bombardeos como una “violación flagrante del derecho internacional”, denunciando que Estados Unidos, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, ha socavado los pilares de la estabilidad global. El Ministerio de Relaciones Exteriores ruso no solo exigió una evaluación inmediata del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), sino que cuestionó la credibilidad del sistema de verificación nuclear internacional, sugiriendo que Washington ya no respeta los acuerdos multilaterales como el Tratado de No Proliferación Nuclear.
La crítica de Rusia no es solo legalista: también es estratégica. Según el Kremlin, los ataques han fortalecido políticamente al régimen iraní, que logra ahora mayor cohesión interna y respaldo regional en su narrativa antioccidental. Lejos de disuadir a Teherán, el bombardeo podría acelerar el desarrollo de su capacidad nuclear, como sugirió Medvédev.
Medvédev vs. Trump:
El tono de Medvédev no deja lugar a ambigüedades. Ridiculizó al presidente estadounidense, calificándolo como un “expresidente de paz que hoy inicia una guerra”, y aseguró que Trump puede “olvidarse del Premio Nobel de la Paz”. Esta crítica refuerza el nuevo eje de confrontación Este-Oeste, donde el Kremlin busca posicionarse como defensor de un “orden mundial multipolar” frente a lo que denuncia como el “unilateralismo militar” de Washington.
Putin redobla su apuesta: encuentro con Irán y respaldo total
En un gesto altamente simbólico, el presidente Vladimir Putin se reunirá en Moscú con el canciller iraní Abbas Araqchi, reafirmando la “relación estratégica” entre ambos países. La diplomacia rusa se presenta así como un contrapeso al accionar militar estadounidense, promoviendo su rol como interlocutor privilegiado en el tablero nuclear y regional de Oriente Medio.
Este encuentro refuerza la alianza Moscú-Teherán, particularmente tras años de cooperación en Siria, y se inscribe en una visión común de confrontación con Occidente. Mientras Estados Unidos e Israel intentan contener la influencia iraní, Rusia se consolida como garante de su supervivencia estratégica, incluso insinuando que podría avalar una respuesta nuclear disuasiva.
¿Una nueva Guerra Fría nuclear?
Las advertencias rusas reviven los peores temores de una nueva Guerra Fría, esta vez con epicentro en Medio Oriente. Las declaraciones sobre una eventual transferencia de armas nucleares a Irán no son solo retórica: son una señal directa al Pentágono y a Tel Aviv de que los límites de la disuasión podrían romperse si la escalada continúa.
El mensaje ruso no solo busca frenar la acción estadounidense: pretende redefinir las reglas del juego internacional, donde cada intervención militar de Occidente tendrá una respuesta geopolítica, tecnológica o nuclear equivalente desde el eje euroasiático.
En un mundo multipolar en plena ebullición, Rusia no se limitará a observar. Con Irán como aliado estratégico y China como socio silencioso en la sombra, Moscú plantea una nueva doctrina de disuasión donde la amenaza nuclear vuelve al centro del debate internacional.