14 de abril de 2025 - 13:07 Por Lucas Garcia Estados Unidos acaba de dar un inesperado giro en su política comercial al excluir de nuevos aranceles a una serie de productos tecnológicos clave, en una jugada que alivia momentáneamente a gigantes como Apple y NVIDIA, dos de los actores más expuestos a la guerra comercial con China. La medida, anunciada por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, retrotrae parte de los gravámenes impulsados por el expresidente Donald Trump y había encendido las alarmas en Silicon Valley y en los mercados internacionales.
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La decisión de Trump de suspender los aranceles tecnológicos llevó tranquilidad a las grandes empresas
El alivio llega en forma de exenciones arancelarias que abarcan hasta 20 categorías de dispositivos y componentes, desde teléfonos móviles y chips de memoria hasta semiconductores y maquinaria de fabricación electrónica. La administración incluyó incluso los pequeños paquetes, cuyo costo de importación se había triplicado tras una enmienda reciente. La retroactividad al 5 de abril genera un respiro financiero inmediato para las empresas, que habían comenzado a redireccionar su logística a contrarreloj.
Tecnología, geopolítica y campaña electoral
Este aparente retroceso no es un gesto de apertura comercial, sino una maniobra táctica en una compleja partida de ajedrez global. Trump dejó en claro que el objetivo final sigue siendo reducir la dependencia estadounidense de la tecnología fabricada en China, incluso al costo de reconfigurar cadenas de producción enteras. El mensaje, en clave electoral, es claro: la “repatriación industrial” será una bandera de su campaña en la recta final hacia las presidenciales de noviembre.
Sin embargo, el vaivén en la política arancelaria revela una contradicción estructural. Estados Unidos necesita tiempo y capacidad para reindustrializar su sector tecnológico, pero la economía digital global está profundamente deslocalizada. Empresas como Apple ensamblan buena parte de sus productos en China y otras economías asiáticas, mientras que firmas como NVIDIA dependen de cadenas de suministro que cruzan varias fronteras.
Una tregua inestable
Desde Asia, la reacción es de cautela. China aún no ha respondido formalmente al gesto, y expertos en comercio internacional señalan que una desescalada significativa requerirá más que medidas unilaterales. El riesgo es que este nuevo capítulo se convierta en un “respiro técnico” antes de un nuevo endurecimiento.
El memorándum de la Casa Blanca subraya que las exenciones son parte de una estrategia transitoria para permitir que las compañías “trasladen su producción a suelo estadounidense”. La promesa de independencia tecnológica, sin embargo, choca con realidades estructurales y económicas complejas: fabricar un iPhone en Texas sigue siendo mucho más caro que hacerlo en Shenzhen.
Lo que quiere Estados Unidos
La suspensión temporal de los aranceles tecnológicos no es una rendición, sino una pausa estratégica que persigue objetivos múltiples: dar oxígeno a las big tech, calmar a los mercados y enviar un mensaje político interno y externo. En ese tablero, Trump juega a dos bandas: endurece el discurso contra China mientras concede tiempo a los suyos para reacomodarse. Pero la pregunta de fondo sigue sin respuesta: ¿puede EE.UU. realmente desvincularse de la fábrica del mundo sin pagar un precio económico y político demasiado alto?