27 de julio de 2024 - 12:12 Por Damian Szvalb Por primera vez desde que Nicolas Maduro llegó al poder en 2013, lo oposición en Venezuela, ahora de la mano de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, tiene chances de ganar las elecciones. Hay varios motivos para pensar que esto puede suceder. Pero también hay algunos para sospechar que todo saldrá mal, como cada vez que hubo elecciones en los últimos 10 años. La región está muy atenta, quizás como nunca, a lo que pase el domingo.
Maduro pierde apoyos
Por primera vez líderes regionales afines al chavismo y que han apoyado a Maduro, sin importar su desastrosa gestión económica y mientras avanzaba con su deriva autoritaria que terminó transformando su gobierno en una dictadura, le ponen límites. El colombiano Gustavo Petro, pero sobre todo Lula Da Silva, ahora han dicho algo básico, de sentido común: que Maduro debía respetar el resultado de las urnas. Fue cuando el presidente de Venezuela empezó a decir que, si perdía, la oposición iba a prender fuego el país. Unas palabras que siempre en Venezuela preceden a la violencia y la represión.
“Ya le dije a Maduro dos veces, y Maduro lo sabe, que la única manera de que Venezuela vuelva a la normalidad es tener un proceso electoral que sea respetado por todo el mundo. Si Maduro quiere contribuir a resolver la vuelta del crecimiento económico en Venezuela, el regreso de las personas que salieron de Venezuela y establecer un Estado de crecimiento económico, tiene que respetar el proceso democrático” le dijo Lula. A Maduro no le gustó: lo mandó a tomar “una manzanilla” para que se calmara. Pero ya está condicionado por el presidente del país más importante de la región.
Este nuevo posicionamiento de Lula y Petro, acompañados por otros referentes del progresismo o de la centroizquierda latinoamericano, como Gabriel Boric y Alberto Fernández, quizás tenga una explicación: creen en las encuestas que dicen que la oposición lograría una victoria rotunda y necesitan una transición lo más ordenada posible. Y también saben en qué se ha trasformado Venezuela desde que Maduro llegó al poder.
Una campaña violenta no frenó a la oposición
En medio de una campaña llena de presiones y amenazas, la oposición supo cómo organizarse y seguir adelante. Esta vez no claudicó antes las distintas estrategias de Maduro para desarmar cualquier intentona opositora. Nada la detuvo hasta ahora. Primero organizó una interna que coronó holgadamente a María Corina Machado. Desde allí se transformó en la principal líder de la oposición. Ni siquiera la inhabilitación a la que sometió el gobierno la detuvo. Con un pragmatismo a prueba de todo, tomó de la mano a Edmundo González Urrutia, quien desde que fue nombrado candidato no paró de crecer. Fue clave que Machado no lo haya soltado ni un segundo. Urrutia, empresario y antiguo diplomático, hizo lo suyo y muy bien: se alineó a Machado y prometió reformas económicas, luchar contra la corrupción y restaurar las instituciones democráticas.
Además de la construcción política que consolidó a pesar del acoso gubernamental, la oposición le mandó un mensaje a Maduro: está vez no busca la venganza, algo que guió el comportamiento de la oposición al chavismo en muchos momentos. Luego de más de una década de manejar los asuntos del Estado con mano de hierro, todos saben que un segundo después que Maduro deje de ser presidente, las denuncias sobre él y su grupo más cercano empezarán a llover. Sobre todo, por negociados desde el Estado y violaciones a los derechos humanos. Habrá que ver si este mensaje le alcanza a Maduro para convencerse que tiene otra opción además de la de intentar quedarse en el poder como sea para no terminar preso.
¿Que hará Maduri si pierde?
El Gobierno de Maduro asegura públicamente que logrará una victoria holgada. Dice que tiene encuestas que así lo marcan. Sin embargo, no hay demasiados motivos para sostener con seriedad ese optimismo. Venezuela viene atravesando un proceso de deterioro imparable y hoy, después de 25 años de chavismo, es más pobre y desigual. Quizás por eso, una de las apuestas del gobierno es desincentivar la participación popular porque sabe que cuanta más gente vaya a votar, mayores son las probabilidades de sufrir una derrota contundente que no podrá tapar con teorías conspirativas.
Lo que marcará si Venezuela cambió o no, es si, cuando se terminen de contar los votos, el que pierda reconocerá el resultado. Eso es lo mínimo que necesita cualquier sistema democrático para legitimarse. Si bien nunca hubo tantas señales que permiten pensar que el domingo puede abrirse una nueva etapa, sería conveniente mantener la mesura porque en Venezuela, en los últimos diez años, todo lo que podía salir mal, salió mal.