20 de octubre de 2025 - 12:55 Por Lucas Garcia El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a recurrir a su estilo confrontativo y acusó a su par colombiano Gustavo Petro de ser un “líder del narcotráfico”. La decisión vino acompañada de un anuncio de alto impacto: el corte total de la ayuda económica a Colombia, país que durante dos décadas fue el principal socio de Washington en la lucha contra el narcotráfico.
Trump afirmó que su gobierno dejará de realizar “pagos y subsidios a gran escala”, calificando a Petro de “tolerante con la producción masiva de drogas”. El gesto no sólo representa una ruptura diplomática, sino también una señal hacia toda Sudamérica sobre el nuevo tono de la Casa Blanca.
Colombia, de aliado estratégico a blanco político
Durante años, Colombia fue el país sudamericano más beneficiado por los fondos estadounidenses, con más de 740 millones de dólares recibidos en 2023. Esa cooperación sostenía programas de erradicación, inteligencia y desarrollo rural.
Sin embargo, la decisión de Trump responde a una lógica distinta: el uso de la política exterior como herramienta electoral. Su mensaje en Truth Social parece orientado tanto a su base interna, sensible al tema del narcotráfico, como a marcar distancia con gobiernos de izquierda en la región.
La coca y el discurso de la confrontación
Las declaraciones de Trump se apoyan en un dato concreto: el cultivo de coca en Colombia aumentó un 70% desde la llegada de Petro al poder, según estimaciones de la ONU. Pero el tono del mensaje —que incluye amenazas directas de intervención— trasciende lo técnico.
El líder republicano advirtió que, si Petro no “cierra los campos de exterminio”, Estados Unidos lo hará “de forma no amable”, una frase que evoca los años más duros de la injerencia estadounidense en la región. La reacción colombiana, de momento, fue de cautela, consciente de la magnitud económica de la ruptura.
Argentina: entre la empatía y la humillación diplomática
En paralelo, Trump realizó comentarios sobre Argentina y el presidente Javier Milei, a quien considera un “aliado valiente”. El mandatario estadounidense dijo que su gobierno evalúa reabrir el mercado de carne vacuna argentina, una medida que podría aliviar al campo.
Sin embargo, acompañó el anuncio con una frase brutal: “Están muriendo”. La descripción de la crisis económica argentina, aunque sincera, se transformó en una humillación pública que refleja la visión paternalista con la que Trump observa a los países latinoamericanos.
El costo político de la ayuda
Trump aseguró que su administración impulsa un paquete de 40.000 millones de dólares para Argentina -confirmado este lunes-, pero deslizó que el respaldo dependerá del desempeño electoral de La Libertad Avanza. Es decir, la política exterior condicionada por la afinidad ideológica.
Su frase “si puedo ayudarlos a sobrevivir, lo haré” deja entrever que la relación bilateral ya no pasa por instituciones, sino por simpatías personales. En ese contexto, Milei aparece como un interlocutor privilegiado, pero también vulnerable ante los vaivenes del magnate norteamericano.
Una nueva doctrina Trump en América Latina
Las últimas declaraciones de Trump —entre la ruptura con Petro y el respaldo condicionado a Milei— dibujan un nuevo mapa de poder hemisférico. Washington parece dispuesto a redefinir sus alianzas en función de la ideología y del interés político inmediato.
El resultado es un escenario regional más polarizado, en el que los vínculos ya no se miden por cooperación institucional sino por afinidad personal. América Latina, una vez más, se convierte en tablero de una disputa que mezcla geopolítica, elecciones y ego presidencial.