31 de agosto de 2023 - 09:13 Por Damian Szvalb El gobierno de Israel, que sufre severos cuestionamientos a nivel doméstico, está gestionando una agenda diplomática que podría cambiar para siempre a Israel y a todo el Medio Oriente. Por un lado, bajo el auspicio de Estados Unidos, se analiza normalizar las relaciones con Arabia Saudita. Por otra parte, hace pocas horas se conoció un acercamiento entre los cancilleres de Israel y de Libia.
Pero los desafíos, en ambos casos, son enormes. Para alcanzar un acuerdo con Israel, los sauditas le piden al gobierno de Bibi Netanyahu que haga concesiones significativas a los palestinos. Arabia Saudita necesita mostrarle a la calle árabe y musulmán que obtuvo importantes resultados de Israel con respecto a los palestinos a cambio de un acuerdo de normalización.
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Acercamiento entre Israel y Arabia Saudita
Estados Unidos presiona a ambos países, estrechos aliados en la Medio Oriente, porque auspiciar este acuerdo se transformaría en un histórico logro de política exterior para el presidente Biden que está a punto de encarar lo que será una durísima campaña electoral contra, seguramente, el republicano Donald Trump.
Pero Bibi tiene enorme problemas internos para tomar medidas significativas hacia los palestinos. Cree que hacer eso probablemente enojaría a los partidos de extrema derecha que forman parte de su coalición y correría el riesgo de derribar su gobierno. Y tiene razón: hace pocos días, el ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, dijo que Israel no hará concesiones a los palestinos como parte de ningún acuerdo de normalización con Arabia Saudita, como han exigido Riad y Washington. “No haremos ninguna concesión a los palestinos. Es una ficción”.
Somotrich también fue muy duro con Estados Unidos. Los llamó “hipócritas” después de que la administración Biden condenara al ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, por afirmar que el derecho de los judíos a viajar y vivir de forma segura en Cisjordania era más importante que la libertad de movimiento de los palestinos.
El secretario de Estado, Tony Blinken le contestó. Dijo que el gobierno israelí está "malinterpretando la situación" si cree que no tendrá que hacer concesiones.
Por otro lado, se desató una severa crisis en Libia luego que se conociera públicamente que la ministra de Asuntos Exteriores de ese país, Najla Mangush, se reunió la semana pasada en Roma con el canciller de Israel, Eli Cohen. Ambos países no mantienen relaciones diplomáticas.
La divulgación de estos contactos desató violentas protestas en Libia, cuyo Consejo Presidencial ha declarado “ilegal” cualquier tipo de normalización de relaciones con Israel que no refleje la línea constante de la política exterior del país. La canciller fue apartada del cargo por el primer ministro del Gobierno de Unidad Nacional, Abdulmahid Dbeiba
La presidencia del Parlamento acusó de “traición” a Mangush y la ministra se fue del país hacia Estambul por razones de seguridad.
La reunión entre los cancilleres fue en Roma y fue calificada como un “histórico primer paso” para establecer lazos con un país considerado estratégico por el Ministerio de Exteriores israelí. Para despegarse, la diplomacia del país norteafricano la definió como un “encuentro accidental e informal”.
Desde Jerusalén, Cohen informó en un comunicado oficial que ambas partes hablaron sobre “cuestiones humanitarias, cooperación agrícola y sobre la preservación del legado judío en Libia, mediante la rehabilitación de sinagogas y cementerios”. La cancillería contestó que no hubo “negociaciones ni consultas”, y dejó claro su “absoluto rechazo a la normalización de relaciones con el Estado judío”.
Un alto cargo israelí citado por la agencia Reuters dijo que el encuentro con la ministra libia duró más de dos horas, estaba previsto de antemano y había sido coordinado “al más alto nivel”, dando a entender que había sido aprobado por el primer ministro libio.