2 de mayo de 2025 - 15:08 Por Lucas Garcia En un escenario global tensionado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, Apple analiza trasladar la fabricación de sus iPhones de China a India. El movimiento, que ya estaba en curso de manera parcial, ahora se convertiría en una mudanza masiva para 2026, alcanzando el volumen de los más de 60 millones de iPhones que se venden anualmente en EE.UU.
La noticia llega en un contexto de extrema volatilidad financiera. Los índices de Wall Street, especialmente el Dow Jones, comenzaron la jornada del viernes con vaivenes, reflejo de la falta de certidumbre sobre las negociaciones entre las dos mayores economías del planeta. Mientras el presidente Donald Trump afirma que hay diálogos, desde Pekín lo desmienten. Y las empresas, atrapadas en medio del fuego cruzado, buscan su propio salvavidas.
Apple en el ojo de la tormenta: entre aranceles y supervivencia
La imposición de aranceles de hasta el 145% a productos tecnológicos procedentes de China golpeó de lleno a Apple. Los analistas advierten que, de no encontrar una salida, los precios del iPhone en EE.UU. podrían dispararse hasta los 3.000 dólares, una cifra prohibitiva para la mayoría de los consumidores. No es casualidad que desde Cupertino se aceleren los planes de producción en India, donde, tras acuerdos bilaterales, el gravamen bajaría al 26%.
Para Apple, la diversificación de su cadena de suministro es mucho más que una estrategia comercial: es una maniobra de supervivencia en un tablero geopolítico donde la tecnología se ha convertido en arma y botín a la vez.
El proteccionismo como búmeran
El gobierno de Trump apostó por una fórmula simple: aranceles extremos para obligar a las compañías a fabricar en suelo estadounidense. Sin embargo, la estrategia parece enfrentar sus propios límites. En el caso de Apple, trasladar toda su producción a EE.UU. resultaría inviable: los costos de producción internos harían del iPhone un objeto de lujo inalcanzable. En lugar de fomentar la “reindustrialización”, el proteccionismo podría terminar expulsando inversiones hacia terceros países como India.
¿Quién gana y quién pierde? En el corto plazo, India emerge como el gran beneficiado, posicionándose como nuevo polo tecnológico y manufacturero global. Para EE.UU., la victoria simbólica de “castigar a China” puede convertirse en una derrota económica si las grandes empresas terminan instalándose en otros mercados sin pasar por casa.
China, por su parte, muestra señales de pragmatismo: analiza suspender aranceles del 125% en sectores estratégicos como equipamiento médico e insumos industriales, en un intento de aliviar la presión interna. Sin embargo, el gigante asiático mantiene su tono firme en la negociación, apostando a que su resistencia provocará un viraje en la política norteamericana.
El riesgo de una guerra sin fin
La tensión comercial tiene un impacto directo sobre la economía global. No solo las acciones de gigantes como Apple sufren: la volatilidad golpea a todos los sectores que dependen de las cadenas de valor globalizadas. Los analistas advierten que, si no se alcanza una tregua creíble, el enfrentamiento entre EE.UU. y China podría desencadenar una desaceleración mundial, afectando mercados emergentes, consumo y empleo.
En este tablero de alta tensión, Apple no solo busca asegurar su rentabilidad: intenta garantizar su propia supervivencia frente a un mundo que redefine sus reglas a golpe de sanciones y movimientos geopolíticos abruptos.
La decisión de Apple de apostar por India es mucho más que una reconfiguración logística: es la evidencia palpable de un nuevo orden mundial en formación. Mientras las grandes potencias pelean por la supremacía comercial y tecnológica, las empresas multinacionales se ven obligadas a adaptarse con rapidez. En este nuevo escenario, la flexibilidad y la diversificación serán las únicas garantías de supervivencia.