20 de septiembre de 2023 - 10:42 Por Luciana Minassian Estuve visitando Ereván, Armenia, en dos ocasiones este año, en marzo y mayo. En esos viajes recorrí universidades, oficinas gubernamentales y el Cementerio Militar de Yerablur en tres oportunidades, que lamentablemente está repleto de soldados caídos luego de la guerra de agresión de Azerbaiyán en el 2020 y de los ataques azeríes contra la República de Armenia en septiembre del 2022. Vale recordar que estos actos son una continuación del Genocidio perpetrado por Turquía entre 1915 y 1923, durante el imperio Otomano. Lamentablemente a la fecha este genocidio se encuentra aún impune, Turquía no ha asumido su responsabilidad sobre el exterminio de 1.500.000 armenios y, en ese sentido, se sigue trabajando en el objetivo panturquista; de hecho, el Estado turco es aliado de Azerbaiyán y colabora militarmente con asesores y otros recursos.
También tuve la oportunidad de visitar el puesto de control de Lachín, operado por Azerbaiyán, en el puente de Hakari. Eso ocurrió en medio de una misión de investigación de hechos, que me dio la posibilidad de familiarizarme con los cambios que Azerbaiyán hizo en el territorio. Por desgracia, no pude acercarme a la primera ubicación del bloqueo de los falsos “ecoactivistas” que Azerbaiyán inició el 12 de diciembre del 2022, ya que se encuentra a unos treinta kilómetros del puesto de control. Sin embargo, llegué a algunos lugares en territorio armenio. Los armenios locales de Gorís me llevaron a Kornidzor, desde donde dos caminos conducen a áreas en las que no es posible continuar en automóvil. El antiguo camino desde Kornidzor está cerrado de manera muy precaria, con bloques de concreto. Cerca, pude ver posiciones militares azerbaiyanas y una carpa blanca que también les pertenece.
lachin.webp
Puesto de control de Lachin.
Al acercarme al nuevo camino construido en Kornidzor, llegamos al control policial de la frontera armenio-artsajiana. Este es el último punto, en lo alto de la colina; desde allí pude ver hacia abajo el puesto de control azerbaiyano en el puente de Hakari. Lamentablemente, las fuerzas de paz rusas se apresuraron a la posición de control armenio para invitarme a que me retirase, lo que tuve que obedecer, molesta, dado que estaba conversando cordialmente con el personal de fronteras armenio y de Artsaj. Entiendo que esgrimieron razones de seguridad, y eso tendría fundamento, dado que desde allí abajo en el puesto de Azerbaiyán éramos más que visibles. En fin, acaté.
También visité una posición militar armenia y me preocupó mucho que nuestros soldados estuvieran a sólo 400 metros de la posición azerbaiyana. Debido al trabajo que he estado haciendo como abogada después de la guerra de Artsaj en el 2020, me sentí extremadamente triste al dejarlos tan cerca de un enemigo bárbaro. Cualquiera de nuestros soldados que caiga en manos de las fuerzas azeríes está sujeto a un trato inhumano y a la tortura (que incluye desmembramientos), con posibilidad de muerte. Me despedí de ellos y, para cuando subí al auto, lloré casi media hora sin pausa, devastada por el hecho de pensar en estos jóvenes en la primera línea de frontera.
Las declaraciones oficiales del gobierno armenio afirman que hay más de 2900 soldados muertos durante la guerra de Artsaj; por lo general, hablamos de alrededor de 5000 bajas. También debemos tener en cuenta los aproximadamente 95 muertos en la agresión azerbaiyana de septiembre del 2022 contra la República de Armenia. Los procedimientos que aún se llevan a cabo, basados en pruebas de ADN, van a contribuir a identificar más víctimas, ya que en muchos casos sólo se cuenta con un hueso. Luego están las desapariciones. Presumiblemente habría otros 80 nuevos prisioneros de guerra, que debiéramos agregar a la lista oficial de 37 prisioneros que fueron sometidos a procesos ilegales y arbitrarios en Bakú, y que aún permanecen cautivos en Azerbaiyán con condenas de 6 a 20 años de prisión (al culminar la guerra, eran alrededor de 190).
image.png
Oficialmente, la guerra de Artsaj dejó casi 3.000 muertos víctimas de las fuerzas azeríes.
Desde que Azerbaiyán intensificó el bloqueo genocida contra los habitantes de Nagorno Karabaj (República de Artsaj), privándolos en los últimos meses del ingreso de alimentos y suministros hospitalarios, se han producido abducciones y secuestros de personas, incluso pacientes transportados por la Cruz Roja Internacional desde esa región hacia Ereván, la capital de la República de Armenia.
Los hallazgos más horribles mientras estuve en Armenia fueron, en mi experiencia, los siguientes. Estaba en el cementerio militar Yerablur, de visita informal, cuando percibí que iba a tener lugar una ceremonia militar de entierro. Fui a verificarlo con las periodistas, que resultaron conocerme, para mi sorpresa, y ellas confirmaron ese hecho. Estuve en contacto con autoridades del gobierno para confirmar que, en este caso, el soldado armenio sólo pudo ser identificado por un hueso. Fue un caso controvertido para la madre y había llevado un tiempo obtener la información.
El segundo hallazgo lo hice durante mi segunda y tercera visita a Yerablur. Cuando estoy allí, generalmente me acerco a los padres, los quiero saludar, me gusta expresar cuánto lamento su pérdida, escucharlos. A veces, dependiendo de su disposición para conversar, suelen comenzar a contarme sobre sus hijos, cómo vivían hasta que estalló la terrible agresión, lo que nos lleva de sonrisas a lágrimas, y de nuevo a sonrisas con mucha facilidad. Mientras los padres hablan entre ellos, suelen mencionar el lugar donde cayeron sus hijos. Así que, prestando atención, algunos lugares aparecen con más frecuencia: Hadrut, Kalbajar, Ishkhanasar y otros.
De esa forma, tomé conocimiento de un hecho que al lector lo va a afectar tanto como a mí: muchos de los caídos eran del cuerpo militar de Martuní, sección 7ª. Alguien me explicó que 73 soldados fueron enviados a la región de Hadrut el 11 de octubre, lo que instantáneamente llamó mi atención. Mientras estaba en las conferencias del Center For Truth and Justice en la American University de Armenia, una mujer se me acercó y me explicó que, como civil, ella era una persona desplazada internamente, ya que antes vivía en Hadrut.
image.png
Hadrut fue tomada por Azerbaiyán.
Hadrut fue tomada por Azerbaiyán, por lo que los civiles tuvieron que abandonarla en la noche del 7 al 8 de octubre del 2020. Los civiles que no lograron evacuar la ciudad, personas mayores o con discapacidad, fueron torturados y asesinados, y todavía hoy alrededor de 15 habitantes de Hadrut siguen desaparecidos. Nuevamente en el cementerio, al escuchar que se enviaron 73 soldados a Hadrut el 11 de octubre, teniendo en cuenta que el 9 de ese mes Azerbaiyán había tomado el control de la ciudad, no podía creerlo, se desmoronó mi alma. También estoy al tanto de que se ha iniciado un proceso judicial contra algunos rangos militares y ha habido tentativas de audiencias acerca de este dramático asunto.
En Yerablur hablé con muchas madres, fueron muy amables, pero también hay que entender que están devastadas. El cementerio es el “hogar” de todos los que perdieron a un hijo allí. Vivir se reduce a estar frente a la tumba, limpiarla, cambiar flores, acariciar los mármoles y las fotos, esperar a otros padres con los cuales compartir el dolor.
También hablé con el hermano de un soldado fallecido. Lo visita todos los días y todas las noches. Conduce un taxi y, en medio de su trabajo, si siente ganas de ir, se detiene y pasa el resto de su día en Yerablur. Lo invité a almorzar, ya que fue tan amable que se ofreció a llevarme de regreso a la ciudad. Estuvo muy triste durante todo el almuerzo, pero también se sorprendió de que su caso llamara mi atención. Incluso como una broma, le dije: “¿Qué crees que diría tu hermano desde el cielo? Qué situación tan extraña”. En cierto sentido, el dolor y el luto apenas han comenzado y las madres necesitan ser escuchadas. Dieron el tesoro más preciado a la Madre Patria, sus hijos. Y ahora viven vidas solitarias; muchas no trabajan (dado el postrauma, no están en condiciones de hacerlo; sus familiares los ayudan).
También presencié celebraciones de cumpleaños en Yerablur. Es impresionante ver llegar a unos treinta invitados a una tumba vistiendo camisetas con la foto del soldado, llenos globos y un bellísimo pastel. Esta escena es desgarradora, pero también dulce y llena de amor. Se puede sentir el amor y la tristeza. Se siente el amor, se siente la tristeza. Imaginen que esos invitados están celebrando el cumpleaños 19, 20, 21 de algún joven caído en el 2020 o en el 2022.
Las madres sólo desean el reconocimiento de sus hijos, pues sus vidas se perdieron en territorios de Nagorno-Karabaj a los que es posible que no se nos permita visitar durante un tiempo, o tal vez de por vida. Para honrar las vidas de estos soldados y sus valientes esfuerzos, piden que no abandonemos la lucha por los 120.000 armenios étnicos que allí siguen sitiados, expuestos a políticas genocidas, desafiando la hambruna que Azerbaiyán les impone, y que les impide ejercer libremente su derecho a vivir en las tierras de sus antepasados. También agregaría lo que en la Argentina se llama “el derecho a la verdad”, es decir, estas madres tienen derecho a conocer las circunstancias en las que fueron asesinados sus seres queridos.
Cuando pienso en la continua agresión azerí, también pienso en todas las madres que en este momento tienen a sus hijos en el frente, en las fronteras. A estas alturas, muchos somos conscientes de la forma inhumana en que se comportan las fuerzas azerbaiyanas con los armenios.
También debemos recordar a las mujeres que sirvieron al país en las milicias, en tareas de enfermería, y dieron sus vidas por la Madre Patria. Algunas de ellas están enterradas en Yerablur, las que perecieron durante los ataques de septiembre del 2022 a la soberana República de Armenia. Rendí homenaje a ellas. También pude mensajearme con una de sus hijas; la próxima vez que visite Armenia, me invitará a su casa. Será un honor conocer a la descendiente de una valiente luchadora. Esas mujeres fueron expuestas a tortura, probablemente vejámenes, humillaciones innecesarias por parte de los militares azerbaiyanos, algún cuerpo fue horriblemente mutilado… Seguir describiendo excede el propósito de mantener viva su memoria. El silencio de la comunidad internacional sobre estos delitos de lesa humanidad también me llama poderosamente la atención.
image.png
El panteón de Yerablur, en Armenia.
Estos héroes permanecerán para siempre en nuestros corazones.