23 de octubre de 2025 - 10:26 El primer ministro de Eslovaquia, el populista Robert Fico, declaró que el Partido de los Socialistas Europeos (PES, por sus siglas en inglés) debería llamarse "partido de los homosexuales", en reacción a la expulsión de su formación, SMER, al considerar que no cumple los valores europeístas. "El PES ha abandonado los valores tradicionales de la izquierda y debería llamarse Partido de los Homosexuales e Incitadores a la Guerra", opinó Fico en un mensaje en redes sociales. El primer ministro reaccionó así a la decisión tomada por el PES el pasado viernes de expulsar a SMER, cuya pertenencia al grupo estaba ya suspendida desde 2023 después de que hubiera pactado una coalición de Gobierno con un partido ultranacionalista. "El partido de Bruselas de los Socialistas Europeos ha liquidado literalmente con su agenda a la izquierda auténtica en los países miembros de la UE", agregó el mandatario eslovaco.
El PES argumentó su decisión señalando que el partido de Fico tiene "graves y fuertes contradicciones con los valores y principios" de la familia socialdemócrata. Para el primer ministro eslovaco, la razón real es la reciente enmienda constitucional promovida por su partido que reconoce dos sexos biológicos (masculino y femenino), prohíbe la maternidad subrogada, veta que los homosexuales puedan adoptar hijos y da primacía al derecho nacional sobre el comunitario en temas de "identidad cultural y ética". SMER, formación fundada en 1999, ya fue suspendida por primera vez en 2006, cuando el dirigente eslovaco pactó por primera vez con el ultranacionalista SNS, aunque esa sanción fue luego levantada. Esta nueva expulsión, sin embargo, parece definitiva y marca un punto de no retorno en la relación entre el gobierno eslovaco y las instituciones socialdemócratas europeas.
Peligrosa escalada política
Las declaraciones de Fico representan una escalada verbal sin precedentes en el conflicto entre un gobierno miembro de la Unión Europea y una de las principales familias políticas del continente. El uso de retórica homofóbica explícita por parte de un primer ministro europeo en funciones no solo viola los principios fundamentales de la UE sobre no discriminación, sino que evidencia hasta qué punto el populismo eslovaco ha completado su ruptura con los valores democráticos occidentales. La estrategia de Fico de presentarse como defensor de una "izquierda auténtica" mientras implementa políticas discriminatorias revela una táctica común entre los populistas europeos: apropiarse del lenguaje progresista en temas económicos mientras adoptan posiciones ultraconservadoras en cuestiones sociales y de derechos humanos.
Fico se radicaliza
Las posturas de Fico, que ya fue primer ministro en tres legislaturas (2006-2010, 2012-2016 y 2016-2018), se fueron escorando durante su último paso por la oposición hacia un discurso populista, nacionalista, contra la inmigración y cercano a Rusia. Tras formar Gobierno en octubre de 2023, la brecha con el PSE se amplió cuando Fico cortó la ayuda militar para que Ucrania se defienda del ataque ruso; eliminó la Fiscalía Especial Anticorrupción; y aumentó el control político sobre la radiotelevisión pública, lo que ha generado protestas masivas en las calles. Este conjunto de medidas configura un patrón reconocible de erosión democrática que replica dinámicas observadas en Hungría bajo Viktor Orbán y, en menor medida, en Polonia durante el gobierno del PiS.
El primer ministro defendió que sus políticas sociales incluyen "trenes subvencionados para jubilados y estudiantes", "comidas gratis en los colegios", "fortalecimiento del diálogo social" y "aumento del sueldo mínimo y las pensiones". Esta defensa revela la estrategia central del populismo eslovaco: mantener políticas redistributivas tradicionales de izquierda en lo económico mientras implementa una agenda cultural ultraconservadora y erosiona las instituciones democráticas. El modelo busca crear una base electoral amplia que combine a votantes de bajos ingresos beneficiados por programas sociales con sectores conservadores atraídos por políticas anti-LGBTQ y nacionalistas. Sin embargo, esta coalición resulta cada vez más incompatible con la pertenencia a familias políticas europeas comprometidas con valores democráticos liberales.
Una expulsión que impacta
La expulsión de SMER del PSE tiene implicaciones que trascienden lo simbólico. Marca un precedente importante sobre los límites de tolerancia de las instituciones políticas europeas hacia gobiernos que formalmente permanecen en la UE pero adoptan medidas autoritarias. La familia socialdemócrata europea ha optado por trazar una línea clara: no habrá espacio para partidos que erosionen derechos fundamentales, incluso si mantienen políticas económicas redistributivas. Esta decisión contrasta con la mayor ambigüedad mostrada por el Partido Popular Europeo respecto a Fidesz de Orbán, y señala una mayor disposición de los socialistas europeos a purgar sus filas de elementos antidemocráticos. El caso eslovaco se convierte así en un test sobre si las sanciones políticas pueden frenar o revertir tendencias autoritarias en estados miembros.
El futuro político de Eslovaquia y su relación con la Unión Europea permanecen inciertos. El gobierno de Fico ha demostrado estar dispuesto a profundizar su aislamiento internacional si ello refuerza su narrativa de víctima de un "establishment de Bruselas" que no comprende los "valores tradicionales". Las protestas masivas en las calles eslovacas sugieren que existe una resistencia interna significativa a este giro autoritario, pero hasta ahora el gobierno ha mantenido su curso. La cuestión central será si las instituciones europeas pueden desarrollar mecanismos efectivos para contener y revertir estas tendencias sin provocar una ruptura completa que empuje a Eslovaquia aún más hacia la órbita de influencia rusa. El caso eslovaco se suma así a los desafíos existenciales que enfrenta el proyecto europeo en su intento de mantener cohesión democrática entre estados con visiones cada vez más divergentes sobre derechos fundamentales y el Estado de derecho.