11 de junio de 2025 - 14:36 Por Lucas Garcia En un escenario geopolítico cada vez más competitivo, la supremacía tecnológica de Estados Unidos comienza a mostrar grietas mientras China avanza de manera decidida y sin errores en la nueva carrera espacial. Lo que en el pasado fue una batalla estratégica entre Washington y Moscú, hoy se reedita con nuevos protagonistas, pero con un giro preocupante: la desorganización interna de EE. UU. está allanando el camino al éxito chino.
El futuro de SpaceX
Uno de los ejemplos más contundentes de esta dependencia estructural es SpaceX, la empresa de Elon Musk que, tras haber sido salvada en 2008 con un contrato de 1.600 millones de dólares de la NASA, se transformó en la única vía operativa de EE. UU. para enviar personas al espacio. Hoy, esta alianza no solo es estratégica, sino crítica: si SpaceX corta relaciones con el gobierno, se pondrían en riesgo más de 22.000 millones de dólares en programas científicos, militares y exploratorios.
La situación se volvió aún más tensa esta semana, cuando Donald Trump sugirió cancelar los contratos con Musk para ahorrar dinero, lo que provocó una reacción inmediata del magnate: la amenaza de retirar la cápsula Dragon del servicio, dejando a Estados Unidos sin acceso humano al espacio. Aunque Musk luego reculó, el mensaje fue claro: la NASA ya no controla su propio destino.
China avanza
Mientras tanto, del otro lado del mundo, China avanza con un programa espacial sólido, financiado y sin los sobresaltos políticos que sacuden a su rival. El país asiático planea llevar taikonautas a la Luna antes de 2030, posiblemente incluso en 2029, con cronogramas que se cumplen, misiones que regresan exitosamente y una estrategia sostenida. La NASA, en cambio, sufre recortes del 25% en su presupuesto —el más bajo desde 1961— y la incertidumbre sobre su futuro directivo, tras el rechazo a la candidatura de Jared Isaacman, aliado clave de Musk.
Además, la nave que debería llevar a astronautas estadounidenses de regreso a la Luna, la Starship de SpaceX, acumula fracasos explosivos en sus pruebas, mientras las misiones marcianas robóticas son canceladas por decisiones políticas sin visión de largo
La realidad es cruda: mientras China posa sondas en la Luna y planea traer muestras de Marte, Estados Unidos no ha regresado a suelo lunar desde 1972 y depende casi exclusivamente de una empresa privada.
¿Debilidad de Estados Unidos?
El debilitamiento estadounidense no es solo tecnológico, sino simbólico. La pérdida de liderazgo en exploración espacial afecta la imagen global de una nación que durante décadas fue sinónimo de innovación, audacia y futuro. Mientras tanto, el ascenso de China parece imparable, sólido y coherente, en un mundo donde el espacio ya no es solo una meta científica, sino un terreno clave de influencia y poder.