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Negocios y geopolítica

Donald Trump y un viaje a Medio Oriente lleno de polémicas

Donald Trump viajó a Medio Oriente con la intención de avanzar en dos de sus objetivos de política exterior: frenar la guerra en Gaza y acordar con Irán.

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15 de mayo de 2025 - 11:27 Por Sarai Avila

El presidente estadounidense Donald Trump se embarcó esta semana en una gira por Medio Oriente que combina lo diplomático con lo estrictamente comercial, en lo es considerado como el mayor reposicionamiento geoeconómico de Estados Unidos en la región. Con escalas clave en Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes Unidos, el viaje ha generado atención internacional no solo por los acuerdos que se esperan concretar —algunos por más de un billón de dólares— sino por un encuentro sin precedentes: la reunión de Trump con el nuevo presidente de facto de Siria, Ahmed al-Sharaa.

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Esta gira, cuidadosamente orquestada por la Casa Blanca y los principales actores económicos del país, está lejos de ser un simple periplo presidencial. Trump, quien se autodefine como el “maestro de los acuerdos”, llega al Golfo con una lista de deseos: contratos de armas, inversiones en energía nuclear, tecnologías de inteligencia artificial, y, sobre todo, una región alineada con sus intereses.

Un giro histórico: el acercamiento a Siria

El hecho más llamativo del viaje hasta ahora ha sido el encuentro con Ahmed al-Sharaa, líder del régimen de transición en Siria tras la caída de Bashar al-Assad. En Riad, ambos mandatarios se dieron la mano en lo que representa la primera reunión entre un presidente estadounidense y un líder sirio en un cuarto de siglo. Allí, Trump anunció el levantamiento de todas las sanciones impuestas a Damasco desde hace más de una década.

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"Estoy ordenando el cese de las sanciones contra Siria para darles un nuevo comienzo (…) Les da una oportunidad de grandeza. Las sanciones fueron realmente devastadoras, muy poderosas”, afirmó Trump en un discurso frente al Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), marcando un abrupto giro en la política exterior de Washington. Sin embargo, el gesto diplomático tiene condiciones. Trump exigió a al-Sharaa que reconozca diplomáticamente a Israel, expulse a los “terroristas extranjeros” de suelo sirio y colabore activamente en la prevención del resurgimiento del Estado Islámico. “Este no es solo un perdón; es un trato”, señaló Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca.

Una Siria en transición y un aliado incómodo

La figura de Ahmed al-Sharaa, excomandante del grupo Hayat Tahrir al-Sham, vinculado a Al Qaeda, genera incomodidad en varios sectores de la política estadounidense e internacional. Washington lo había considerado un enemigo durante años. No obstante, tras derrocar a Assad y asumir como líder de facto, al-Sharaa se ha convertido en un actor con el que Trump está dispuesto a negociar, en gran parte gracias a la mediación del príncipe saudita Mohammed bin Salman y del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien incluso participó en la reunión vía telefónica.

La decisión de Trump fue recibida con críticas desde Israel. El primer ministro Benjamín Netanyahu había instado al expresidente a no levantar las sanciones a Damasco, advirtiendo sobre el peligro que representa el islamismo radical en el sur de Siria. Sin embargo, Trump desoyó los reclamos de su histórico aliado y priorizó lo que considera una ventana de oportunidad única.

Miles de sirios salieron a las calles para celebrar la decisión de Trump. Después de años de sanciones que paralizaron la economía y aislaron al país del sistema financiero internacional, la perspectiva de reinserción genera esperanzas en una población devastada. La medida también abre las puertas a la reanudación del comercio, la inversión extranjera y el trabajo de organizaciones humanitarias.

A pesar de estas señales positivas, los equilibrios regionales continúan siendo inestables. En marzo, fuerzas leales a Bashar al-Assad atacaron al nuevo gobierno, lo que desató represalias y masacres contra la minoría alauita. Estos episodios generaron condenas por parte de Estados Unidos y pusieron en evidencia la fragilidad del nuevo orden interno sirio.

Los negocios de la gira: más que una postal de poder

Trump no oculta su objetivo central: negocios. En sus propias palabras, busca cerrar acuerdos que superen el billón de dólares. “Aviones, energía nuclear, inteligencia artificial, armas… cualquier cosa que ponga una firma al pie de una página”, fue la consigna que compartió con su equipo, según fuentes cercanas a la Casa Blanca.

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El expresidente será recibido en palacios lujosos, cenará con ejecutivos de multinacionales y recorrerá las capitales del Golfo como una celebridad de alto perfil. En un intento por replicar el estilo de su viaje en 2017, Trump utilizará su presencia para reforzar la imagen de Estados Unidos como un socio confiable en términos económicos, aunque la dimensión estratégica de su política exterior siga siendo difusa.

Uno de los objetivos no explícitos pero centrales del viaje es revivir los Acuerdos de Abraham. Firmados durante su primer mandato, los pactos promovieron la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes, como Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos. Ahora, Trump presiona para que Arabia Saudita también se sume.

El contexto actual —con la guerra en Gaza aún activa y la tensión entre israelíes y palestinos en su punto más alto— complica las negociaciones. Riad ha afirmado que no reconocerá a Israel sin la creación de un Estado palestino soberano. A pesar de esto, Trump se muestra confiado: “Arabia Saudita se unirá a los acuerdos a su debido tiempo”, declaró el martes 13 de mayo.

El gran ausente: ¿por qué Trump no visitó Israel?

La ausencia de Israel en la agenda de Trump ha generado preguntas. Para muchos, su exclusión es una señal de los nuevos equilibrios de poder en la región. Si bien Trump promovió durante su primer mandato los Acuerdos de Abraham, que normalizaron las relaciones entre Israel y varios países árabes, hoy las prioridades parecen haber cambiado.

Con la guerra en Gaza todavía activa y el primer ministro Benjamín Netanyahu impulsando una nueva ofensiva militar, Arabia Saudita dejó claro que no se sumará a una normalización sin un Estado palestino. Por su parte, Trump tampoco parece interesado en fotografiarse con Netanyahu. “El interés actual de Trump por vincularse a Netanyahu no es mucho mayor que el del príncipe heredero”, señaló un analista del Atlantic Council. Incluso, el embajador estadounidense en Israel, Mike Huckabee, minimizó la omisión afirmando que “la gira se centra en cuestiones económicas”.

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En términos prácticos, visitar Israel en este momento podría haber desviado el foco de los objetivos principales de la gira: cerrar acuerdos financieros y consolidar relaciones con socios árabes clave. Trump decidió mantenerse lejos del fuego cruzado y apostar por una narrativa donde el dinero y la estabilidad pesan más que las alianzas tradicionales.

Detrás de cada foto oficial, de cada discurso diplomático y de cada apretón de manos, hay un interés más amplio. Para Trump, este viaje es también una oportunidad para fortalecer los lazos financieros de su entorno. “Visitando Medio Oriente, Trump es tratado como un rey en una región cada vez más vital para los intereses financieros de su familia”, advirtió un analista de política internacional en The New York Times.

Y es que la línea entre su rol como jefe de Estado y empresario nunca fue del todo clara. Ahora, con la campaña electoral de 2024 en marcha y la posibilidad de regresar a la Casa Blanca, Trump redobla su apuesta en un tablero geopolítico que cambia de forma acelerada.

Trump, otra vez en el centro del tablero

El viaje de Donald Trump al Medio Oriente no es un simple gesto diplomático. Marca un punto de inflexión en la política exterior estadounidense y busca reposicionar al país como un actor comercial dominante en la región. Pero también desnuda las tensiones internas de un liderazgo que prioriza los intereses económicos sobre las advertencias de sus aliados tradicionales. La “oportunidad de grandeza” que Trump promete a Siria, y al resto del Golfo, viene acompañada de exigencias, firmas millonarias y un claro mensaje: el sello Trump sigue vigente, y está listo para estamparse otra vez.

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