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Tensión mundial

Donald Trump desata una guerra comercial de impredecibles consecuencias

Donald Trump reavivó la tensión comercial entre Estados Unidos y China. América Latina queda atrapada en un juego geopolítico peligroso.

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7 de abril de 2025 - 11:07 Por Sarai Avila

La economía mundial está atravesando una nueva etapa de tensiones comerciales a raíz de una renovada guerra arancelaria, encabezada por Estados Unidos y China. El conflicto, que se remonta a la administración de Donald Trump entre 2017 y 2021, resurgió con fuerza en los últimos meses tras su regreso al poder y la intensificación de medidas proteccionistas. Las consecuencias no se limitan a las dos superpotencias: afectan directamente a América Latina, la Unión Europea y a países como Argentina, que ahora deben redefinir sus estrategias comerciales y diplomáticas.

¿Qué es una guerra arancelaria?

Una guerra arancelaria ocurre cuando dos o más países imponen aumentos en los impuestos a productos importados con el fin de proteger sus industrias locales o como represalia frente a medidas similares. Esto suele provocar una escalada de tensiones económicas que afectan el comercio global, encarecen los productos, afectan cadenas de suministro y generan incertidumbre en los mercados.

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En este caso, el presidente estadounidense Donald Trump no dudó en anunciar medidas que marcaron el pulso de la confrontación: “Vamos a proteger nuestra industria. Vamos a hacer que América vuelva a ser grande… también desde el comercio”, expresó en un acto reciente en Ohio.

Trump vs. China: el choque se reactiva

La política comercial de Trump apunta directamente a China, su eterno contrincante geopolítico. Desde su primera presidencia, Trump ya había iniciado una guerra arancelaria contra productos tecnológicos chinos. Ahora, redobla la apuesta: aumentó los aranceles a productos electrónicos, automóviles, acero y baterías provenientes de Asia, lo que amenaza con cortar cadenas de valor globales enteras.

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La respuesta de Pekín no tardó en llegar. El presidente Xi Jinping convocó a una reunión de emergencia con su círculo de asesores comerciales y ordenó una serie de represalias arancelarias. “No aceptaremos la intimidación económica. China responderá con firmeza”, sostuvo el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores en una rueda de prensa.

Además, China reactivó su plan de “autonomía tecnológica” con subsidios masivos a empresas locales para reducir su dependencia del mercado estadounidense, y profundizó su comercio con socios como Rusia e India.

La mirada latinoamericana: entre la espada y la pared

En este contexto, América Latina se ve obligada a elegir entre dos gigantes. Países como Brasil, Chile, México y Argentina tienen fuertes lazos tanto con Estados Unidos como con China, por lo que las medidas proteccionistas y de represalia generan inestabilidad y presión sobre sus economías.

El presidente argentino Javier Milei declaró en una entrevista reciente: “Nosotros tenemos una política de apertura irrestricta al comercio. No queremos interferencias, ni estatismo ni aranceles. Pero tampoco queremos que nuestras exportaciones se caigan por conflictos ajenos”. Sin embargo, el panorama no es tan sencillo: el 75% de las exportaciones de soja argentina, por ejemplo, tienen como destino China, y cualquier represalia comercial de ese país puede impactar directamente en la economía local.

Claver-Carone advierte sobre el riesgo para América Latina

En medio de este escenario, una voz con experiencia en la región encendió las alarmas. El ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, expresó su preocupación por el rol marginal que América Latina podría tener si no se adapta rápidamente a la nueva lógica del comercio internacional. “La región tiene una oportunidad histórica de convertirse en un actor clave a través del nearshoring. Pero si no reacciona, va a quedar atrapada entre dos trenes de frente: Washington y Pekín”, advirtió.

Claver-Carone, que fue asesor de Donald Trump en temas hemisféricos, remarcó que “la guerra arancelaria no es sólo un problema de Estados Unidos y China; es un reordenamiento de las cadenas de valor a nivel global”. En ese sentido, instó a los países latinoamericanos a generar un frente común para “negociar con inteligencia, sin someterse ni al autoritarismo chino ni a los caprichos proteccionistas de Estados Unidos”. Además, fue tajante respecto al rol de Argentina: “Tiene recursos, ubicación estratégica y capital humano. Pero necesita estabilidad y reglas claras. Si Milei logra ordenar eso, puede ser uno de los ganadores del nuevo comercio internacional”.

La Unión Europea no queda al margen. Las medidas arancelarias estadounidenses también afectan productos europeos, especialmente en sectores como el automotor, el vino y los productos farmacéuticos. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, expresó su preocupación: “Estamos comprometidos con un comercio libre y justo. No podemos permitir que las decisiones unilaterales de los Estados Unidos o de China pongan en peligro el sistema multilateral”.

Alemania y Francia, principales exportadores industriales del bloque, presionan para establecer medidas de protección ante el aumento de aranceles estadounidenses y el dumping chino. Sin embargo, la UE aún no logra articular una respuesta unificada y concreta.

El impacto global

Las consecuencias de esta guerra arancelaria se sienten en todo el mundo. La inflación en sectores clave como la tecnología, los alimentos y la energía ya está subiendo. Las empresas están modificando sus cadenas de producción para evitar los nuevos aranceles, lo que implica inversiones millonarias y, en muchos casos, despidos.

Según el Fondo Monetario Internacional, si la guerra arancelaria se profundiza, el crecimiento global podría caer medio punto porcentual en 2025. El Banco Mundial también advirtió sobre la posibilidad de una nueva recesión si los países no retoman una agenda de cooperación multilateral.

¿Y Argentina?

Argentina enfrenta un doble desafío. Por un lado, busca mantener sus relaciones con Estados Unidos, con quien firmó recientemente acuerdos de cooperación energética y financiera. Por otro, no puede darse el lujo de romper con China, que es su segundo socio comercial y principal comprador de productos agroindustriales.

Javier Milei intenta caminar por una delgada línea: liberalismo total en lo discursivo, pero pragmatismo en lo comercial. En una entrevista reciente, dijo: “La libertad económica no significa suicidio. Vamos a comerciar con todos los países que respeten nuestros términos”. Sin embargo, desde sectores industriales y del agro ya se escuchan voces de preocupación: “Si se caen las ventas a China, muchos productores van a quebrar”, alertó Carlos Achetoni, titular de la Federación Agraria Argentina.

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