17 de abril de 2023 - 09:18 Por Uriel Salamon Las guerra siempre tienen efectos colaterales, y la de Ucrania no fue la excepción. Pero no nos estamos refiriendo al llamado “daño colateral” denominado de forma eufemística cuando un bombardeo afecta a la población civil, cuando supuestamente no era el objetivo, sino a los efectos que la acción bélica puede generar más allá de los escenario de combate. Uno de ellos, la economía. Aquí presentamos datos sobre la afectación de la economía de Argentina.
En una economía ultra globalizada como la es la del siglo XXI, cualquier acción puede generar distintos efectos. En ese sentido, la ya castigada economía argentina, con su inflación galopante a cuestas que supera récords de 30 años, la crisis cambiaria por la falta de dólares con la constante intervención del Banco Central y la cantidad de variantes de tipo de cambio (Oficial, Blue, Contado con Liquidación, Financiero, Turista, Tarjeta, otras) ha sufrido también consecuencias de las acciones iniciadas por Putin en Febrero de 2022.
En un reciente reporte, el gobierno argentino estimó el daño económico, ocasionado por la guerra, cercano a los USD 5.000 millones en su balanza comercial y un costo fiscal de $588.000 millones por los mayores subsidios que, debido al aumento de precios y compras energéticas, debieron pagar
Cammesa, la compañía que administra el mercado mayorista eléctrico, y Enarsa, a cargo de la importación de combustibles y responsable de la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner.
La invasión de Rusia ocasionó un efecto negativo de USD 4.940 millones en la balanza comercial, que surge de sumar un perjuicio de USD 3.757 millones en el rubro energético y de USD 1.800 millones por mayores fletes de comercio exterior y restar una “ganancia” de USD 617 millones por la exportación de productos agroindustriales. Esto se puede deducir de la cuenta que destaca que que mientras que los precios de la soja aumentaron 9,4%, los del trigo 33,7% y los del maíz 17,8%, los del Gas de Bolivia lo hicieron 114%, los del Gas Natural Licuado (GNL, importado por barco) 233% y los del gasoil 85 por ciento.
En números crudos, las estimaciones indican que las importaciones de combustibles demandaron US$ 3757 millones más de lo calculado previo al conflicto. También los fletes de exportación implicaron US$ 3000 millones más de lo proyectado. Por su parte, el aumento de las commodities apenas lograron que el total de exportaciones aumente US$ 617 millones de lo estipulado.
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La destrucción en Ucrania generó serias consecuencias en la economía de muchos países en desarrollo.
El mercado externo, variable muy sensible para la economía argentina, se vio altamente afectado por la invasión de Rusia. Las importaciones energéticas locales crecieron en 2022 un 4% en volumen pero por la suba de precios, 100% en dólares, siempre en relación al 2021. Las toneladas importadas de fertilizantes cayeron 31%, pero el complejo demandó 20% más de divisas para comprarlos. El reporte de la Bolsa de Rosario señala que, para el embarque de las cosechas argentinas -que fueron menos en volumen-, el pago de fletes requirió 40% más de dólares que en el 2021 y 177% más que en el 2020.
Por todo esto resulta difícil de explicar que el gobierno argentino no haya condenado de manera firme a quien es el mayor responsable de la guerra: Putin. Fue él quien decidió hace 14 meses emprender una operación militar que ya ha dejado miles de muertos y que ha tenido un efecto global sin precedentes. Y en este golpe a la economía mundial, quienes mas sufren son, paradójicamente, los aliados de Rusia, o aquellos países que han tenido una posición hibrida frente al conflicto.
En este escenario, Argentina ocupa un lugar importante: los vínculos del gobierno argentino con Putin que existen antes de la guerra, se mantienen firme a pesar del daño y deterioro que la invasión a Ucrania está generando en su economía. Quizás el fenómeno del síndrome de Estocolmo, en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su captor, nos ayuda a entender porque Argentina quiere ser socio de su verdugo económico.