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La caída de al-Assad

Rusia, cada vez mas débil y sola

La caída de al-Assad pone en jaque las bases de Rusia en Siria y expone las limitaciones de China en la región.

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12 de diciembre de 2024 - 16:36 Por Sarai Avila

El régimen de Bashar al-Assad, que durante más de dos décadas fue sinónimo de represión y guerra civil en Siria, se desmoronó en una ofensiva relámpago liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS). En solo dos semanas, una coalición de grupos rebeldes liderada por HTS logró tomar ciudades clave como Alepo, Homs y Hama, culminando con la captura de Damasco. La huida de al-Assad a Rusia marcó el fin de su régimen. HTS ha intentado en los últimos años suavizar su imagen para ganar legitimidad internacional. Su líder, Abu Mohammed al-Jolani, prometió un gobierno inclusivo y respeto por las minorías, aunque su pasado genera escepticismo.

HTS, cuyo nombre significa "Organización para la Liberación del Levante", surge como una rama de Al Qaeda durante la guerra civil siria. Con el tiempo, se desvinculó de la organización terrorista y buscó proyectarse como una fuerza más moderada. Sin embargo, su historial de extremismo y violaciones a los derechos humanos plantea dudas sobre su capacidad para liderar una transición inclusiva en Siria. El nuevo liderazgo de HTS enfrenta el desafío de gobernar un país fragmentado, con regiones controladas por kurdos y remanentes del régimen alauita, además de una economía devastada por la guerra y las sanciones internacionales.

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Rusia sufrió un duro golpe a su prestigio

Rusia sufrió un duro golpe a su prestigio

La dinastía al-Assad nació con Hafez al-Assad en 1971, consolidando un sistema político autoritario bajo los principios del nacionalismo árabe y la represión interna. Durante casi tres décadas, Hafez utilizó alianzas estratégicas, una economía centralizada y una ideología secular para mantener un férreo control sobre Siria. Sin embargo, la llegada al poder de su hijo Bashar en 2000 trajo esperanzas de apertura que se desvanecieron rápidamente cuando el joven presidente enfrentó la Primavera Árabe en 2011 con tácticas brutales, transformando las protestas pacíficas en una guerra civil que dejó casi 500,000 muertos, millones de desplazados y una economía colapsada.Con la caída de Damasco, Bashar huyó a Moscú, donde recibió asilo del Kremlin, marcando el fin de una dinastía que, durante más de 50 años, gobernó con mano de hierro.

El rol de Rusia: un golpe al prestigio de Putin

La caída de al-Assad también representa un golpe significativo para Rusia, su principal respaldo militar y político desde 2015. Moscú, que había intervenido directamente en el conflicto para garantizar la supervivencia del régimen, utilizó a Siria como un punto estratégico en el Mediterráneo y una plataforma para desafiar la influencia occidental en la región. Las bases militares rusas en Tartus y Hmeimim han sido fundamentales para sus operaciones, tanto en Siria como en África. Sin embargo, el colapso del régimen ha puesto en riesgo estas instalaciones, forzando a Rusia a negociar con las nuevas autoridades para mantener su presencia. Además, la pérdida de su aliado en Siria debilita la posición de Vladimir Putin en el escenario internacional, particularmente en el contexto de la guerra en Ucrania, donde sus recursos ya están severamente comprometidos.

La huida de al-Assad a Moscú pone en evidencia los límites del poder ruso. Con gran parte de sus recursos militares comprometidos en Ucrania, el Kremlin no pudo evitar el colapso del régimen sirio. Aunque Rusia intenta negociar con las nuevas autoridades para mantener sus bases, su influencia en el Medio Oriente queda seriamente debilitada.

China: ambiciones limitadas en el Medio Oriente

Por su parte, China ha adoptado un enfoque más cauteloso en el conflicto sirio, respaldando al régimen de al-Assad principalmente en foros internacionales y buscando integrarlo en su Iniciativa de la Franja y la Ruta. La caída del régimen expone los límites de la estrategia de Beijing en Medio Oriente, donde su influencia económica y diplomática ha sido más simbólica que efectiva. Aunque China podría buscar vínculos con las nuevas autoridades sirias, su capacidad de contribuir significativamente a la reconstrucción del país es limitada, especialmente en un contexto donde prioriza inversiones de bajo riesgo.

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La caída del régimen sirio expone los límites de la estrategia de China en Medio Oriente

La caída del régimen sirio expone los límites de la estrategia de China en Medio Oriente

Aunque China ha evitado involucrarse militarmente, su retórica de apoyo a la estabilidad regional queda cuestionada. Expertos sugieren que Pekín adoptará un enfoque cauteloso, esperando el desenlace político en Siria antes de comprometer recursos significativos.

El colapso del régimen también redefine el papel de Estados Unidos en Siria. Durante años, Washington apoyó a las fuerzas kurdas en el noreste del país, lo que generó tensiones con Turquía. La reciente elección de Donald Trump y su política de no intervención dejan a Siria bajo la influencia de actores regionales como Turquía, que emerge como uno de los principales beneficiarios del cambio de poder.

Un futuro incierto para Siria y la región

Siria se encuentra ahora dividida entre tres facciones principales: las fuerzas opositoras lideradas por HTS, los kurdos respaldados por Estados Unidos y las facciones alauitas próximas a Irán. Esta fragmentación, sumada a la ausencia de un mediador confiable, augura un período de inestabilidad prolongada.

Mientras tanto, la comunidad internacional observa con cautela. La caída de Bashar al-Assad redefine las alianzas y las dinámicas de poder en la región. Para Rusia y China, representa un desafío a sus ambiciones geopolíticas. Para Turquía y Estados Unidos, una oportunidad de consolidar su influencia. Pero, sobre todo, plantea preguntas fundamentales sobre el futuro de Siria y su capacidad para superar las cicatrices de más de una década de conflicto. La reconstrucción de Siria requerirá esfuerzos colosales y coordinación global, pero también dependerá de la capacidad del nuevo gobierno para ganar legitimidad y evitar un retorno al autoritarismo o el extremismo. El colapso del régimen de al-Assad marca el fin de una era oscura para Siria, pero también abre un capítulo de incertidumbre y nuevos desafíos en el complejo entramado del Medio Oriente.

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En el plano interno, el vacío de poder en Siria está siendo ocupado por Hayat Tahrir al-Sham, un grupo con raíces en Al Qaeda que ha intentado moderar su imagen para ganar legitimidad internacional. Bajo el liderazgo de Abu Mohammed al-Jolani, HTS enfrenta el desafío de estabilizar un país devastado por la guerra y fragmentado entre distintas facciones: las fuerzas opositoras en el centro, los kurdos en el noreste y los remanentes pro-Assad en la costa. Las divisiones internas, combinadas con la falta de consenso entre los actores internacionales, sugieren que Siria podría enfrentar un largo período de inestabilidad.

La guerra civil ha dejado una huella indeleble en el pueblo sirio. Más de 500.000 personas han muerto, millones han sido desplazadas y la economía del país está en ruinas. Aunque algunos celebran la caída del régimen, otros temen que las divisiones y las intervenciones extranjeras perpetúen el conflicto. La comunidad internacional también observa con escepticismo cómo el nuevo liderazgo manejará temas sensibles como los derechos de las minorías y las mujeres, así como la reconstrucción económica y social.

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