Su intransigencia y su oscuridad hacen que, desde el minuto uno, estas ayudas se transformen en pesadillas para los gobiernos. Lo peor de todo es que, desde ese primer momento, China es pleno conocedor de las condiciones de repago que tienen esos países. Es decir, al momento de consensuar los préstamos o las obras, China sabe que su deudor puede incurrir en morosidad. Entonces, cabe preguntarse por qué igualmente avanza con la asistencia.
Por mencionar algunos casos, Zambia y Sri Lanka, ya cayeron en impago con China. Se mostraron insolventes para abonar los intereses de financiamiento destinado a realizar puertos, minas y usinas eléctricas. Ni hablar del capital. Los azotan el desempleo y la pobreza. Es decir, su capacidad de repago es muy dudosa. En Pakistán, millones de obreros del sector textil han sido despedidos porque el país está excesivamente endeudado y no puede pagar la electricidad necesaria para mantener las máquinas en funcionamiento. Lo mismo sucede en Kenia: cientos de empleados públicos no cobran sus sueldos porque el gobierno necesita el dinero para pagar la deuda externa.
Parecen casos sueltos, pero son muchos los países que viven apremiados por las deudas con China. Están a merced de la voluntad de Xi Jinping, quien debe aprobar o no eventuales cambios de términos de las deudas, para no asfixiar a los países. Es decir, la suerte de esos países depende de lo que decida el líder chino. La capacidad de decisión de esos gobiernos está completamente acotada por China. La soberanía de cada uno de esos países ya no es tal. ¿Son capaces estos países de tomar decisiones que no agraden a Beijing? ¿Tienen la potestad de tomar decisiones de primera magnitud sin consultar a Beijnig? Su bienestar o su derrumbe, en buena parte, dependen de China. Como asegura Ken Rogoff, economista de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, asegura que “China ha penetrado y provocado esta inestabilidad geopolítica que podría tener consecuencias prolongadas”.
Como señala Agustín Barletti, estudioso del tema, "Cuando Pekín procede como prestamista alternativo de último recurso y rescata a un país en dificultades nunca le pedirá disciplina en la política económica ni se interesará por la legitimidad del gobernante de turno. Las condiciones del préstamo muy pocas veces serán públicas, claras y detalladas".
China pone sus propias (y crueles) reglas
Los grandes prestamistas soberanos, en particular Estados Unidos, Francia y Japón, ante situaciones apremiantes de sus deudores, acceden a establecer condiciones más permisivas. Incluso, a condonar parcialmente las deudas, siempre con reglas claras. China no. El caso de Zambia es un ejemplo. Allí, todos habían sido prestamistas. Ante las dificultades para repagar, China se negó a participar en conversaciones con los otros acreedores, negoció por separado con Zambia e impuso una norma de confidencialidad que le impedía al país africano revelar a prestamistas no chinos las condiciones de los préstamos y si China había encontrado la manera de ocupar el primer lugar en la fila del repago. La situación llevó a Zambia a caer en default. Y, como consecuencia, a alcanzar una inflación del 50%, su desempleo más alto en mucho tiempo, y a implementar una devaluación del 30%.
China lleva a los países a un círculo vicioso, del cual es prácticamente imposible salir. Su postura de negarse a aceptar pérdidas en el dinero prestado, asfixia a los deudores. Los países, obligados a pagar sus deudas con China, dejan de volcar dinero en sus sociedades, lo cual podría generar una recuperación económica, que a su vez genere ingresos para repagar las deudas de manera genuina. China parece elegir que sus deudores se transformen en totalmente dependientes de su voluntad.
Pero hay algo más. Como China es conocedor de que muchos préstamos son hechos a países de dudosa solvencia, para continuar con los mismos y evitar deudas soberanas estrambóticas, diseñó una particular modalidad. El gobierno chino empezó a crear empresas fantasma para financiar proyectos de infraestructura y prestarles a ellas, lo que permitiría a los países fuertemente endeudados evitar incluir esa nueva deuda en sus cuentas. En el fondo, había un acuerdo entre estados, y un estado deudor de otro acreedor. Pero nadie se entera.
Por ejemplo, en Zambia, un préstamo de 1.500 millones de dólares de dos bancos chinos a una empresa fantasma para construir una gigantesca represa hidroeléctrica no apareció en el presupuesto durante años. En Indonesia, préstamos chinos de 4.000 millones de dólares para construir un ferrocarril no aparecieron en las cuentas públicas durante años. Eso cambió tiempo después cuando, con un déficit de 1.500 millones de dólares, el gobierno indonesio se vio obligado a rescatar el ferrocarril dos veces. Investigaciones privadas llegaron a concluir que había cerca de 400.000 millones de dólares de deudas soberanas de 88 países con China escondidos bajo esta modalidad. “Cuando estos proyectos caen en problemas, lo que se presenta como una deuda privada se convierte en deuda pública”, explica Brad Parks, director ejecutivo de AidData, un laboratorio de investigaciones en la universidad William & Mary que ha investigado miles de préstamos secretos chinos.
Qué dice China
El ministerio de Asuntos Exteriores chino rechaza enfáticamente la idea de que Beijing sea un prestamista implacable. Por el contrario, derivó culpas a la Reserva Federal, es decir, a Estados Unidos, y a los organismos multilaterales. “Llamamos a estas instituciones a participar activamente de medidas pertinentes acordes con el principio de ‘acción conjunta, carga equitativa’ y hacer mayores aportes para ayudar a los países en desarrollo a capear las dificultades”, escribió el ministerio.
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Qin Gang, ministro de Exteriores de China
Asimismo, se defiende. Argumenta que ha ofrecido alivio bajo la forma de vencimientos a largo plazo y préstamos de emergencia y ha sido el mayor contribuyente a un programa para suspender los pagos de interés durante la pandemia de coronavirus. Sostiene que ha perdonado 23 préstamos sin intereses a países africanos. Sin embargo, especialistas en la materia aseguran que los casos a los que se refiere China hoy, que mostraron buena predisposición de su parte, son de hace veinte años y que en total representan del 5% de su cartera actual de acreencias.
China no necesariamente busca que le devuelvan los fondos que presta. Prefiere cobrar de otra manera: se queda con infraestructura, activos, recursos naturales o con votos en Naciones Unidas. Hace un tiempo, el ex presidente estadounidense Donald Trump, había acusado a China de ejercer la “diplomacia de la trampa de endeudamiento”. Según esta lógica, el gobierno chino agobia a los países con préstamos que no pueden pagar. La estrategia final sería, ante los esperados incumplimientos de pagos, apoderarse de puertos, minas y otros bienes estratégicos.
Una tentación difícil de evitar
China aprovecha un momento sumamente difícil para muchos estados. Las dificultades económicas abundan, y van de la mano, muchas veces, de la mala administración y la corrupción. Allí aparece China para sostener gobiernos, potenciar opositores afines en la previa de elecciones o, simplemente, para hacer negocios. Para la mayor parte de los países de América latina, África y la zona más postergada de Asia, es difícil decir no. Pero al mismo tiempo, lo que luce como oportunidad de progreso hoy, es un problema en el futuro no tan lejano. China siempre cobra.
La "ayuda" a Argentina
Los vínculos del gigante asiático con la Argentina viene de lejos en el tiempo. Desde el primer convenio firmado por Néstor Kirchner en 2003 hasta la enorme cantidad de inversiones e intereses de China generados durante el gobierno de Alberto Fernández, pasando por los acuerdos refrendados por Cristina Fernández de Kirchner en su segundo mandato (2011-2015). La reciente gira del ministro de economía y candidato del oficialismo para la presidencia, Sergio Massa, ha reforzado estos lazos y la postura china de aparecer como un auxilio económico alternativo a los organismos multilaterales de crédito.
Tras la última gira, el convenio firmado por Massa, del cual se conocieron pocos detalles concretos, señala que Argentina cuenta con un swap de monedas con China por 130.000 millones de yuanes, lo que equivale a unos 19.000 millones de dólares. Este swap representa hoy el 60 por ciento de las reservas brutas en poder del Banco Central, de los cuales el equivalente a 5.000 millones de dólares podrían ser utilizados para afrontar los compromisos con el FMI. De hecho, el director de China ante el FMI, Zhengxim Zhang, esta semana jugó fuerte en favor de la Argentina. Zhang envió una nota interna al board del organismo donde comunicó que si el Fondo sigue demorando la aprobación del acuerdo, China autorizará a la Argentina a usar el segundo tramo del swap para abonar todos los vencimientos con el organismo.
¿A que costo viene la ayuda china? No nos referimos solamente a los intereses financieros, sino a la famosa "letra chica" que China impone en los convenios, a los compromisos y acuerdos que debería tomar Argentina y la apertura a inversiones chinas en áreas sensibles como seguridad, logística y sectores estratégicos. Los párrafos anteriores dan más de un indicio para saber a qué se expone Argentina con el salvataje chino. El mencionado convenio con China seguramente presente todas las características que destacamos en esta nota. China pide prioridad para cobrar e impone intereses desconocidos. Si utiliza el swap con China, Argentina no cancela deuda, solo cambia de acreedor. Cambia al acreedor que ofrece las tasas más bajas de financiación (el FMI) por uno que impone intereses que, aunque desconocidos, seguramente superen ampliamente a las del FMI. Los países de África ya lo están sufriendo.
Sin embargo, quizá lo más peligroso sea el contenido de las cláusulas secretas que China establece en este tipo de convenios, no los intereses. Porque allí seguramente entren en juego instalaciones y recursos naturales. Argentina tiene una de las reservas de agua dulce más importantes del mundo. Lo mismo sucede con el gas no convencional y el litio. Además, nuestro país tiene una ubicación estratégica en el mundo y puede ofrecer paso del océano Atlántico al Pacífico, además de estar muy próximo a la Antártida. En este marco se inserta el polémico proyecto de puerto que el gobierno de Tierra del Fuego quiere instalar en Río Grande.
Viendo cómo China se viene manejando con otros deudores, es preocupante saber que el gobierno de Xi Jinping es acreedor de nuestro país. Como ejemplo, Kenia, deudor de China, está hoy mismo sufriendo el hostigamiento cibernético de grupos de ciberdelincuentes que responden a China. ¿Extorsión? Ojalá no nos pase. Lo que sí debemos tener claro es que China siempre cobra, y con creces.