12 de junio de 2024 - 12:53 Por Sarai Avila En los recientes comicios parlamentarios europeos se evidenció un notable avance de la derecha, particularmente de los partidos ultraderechistas, en varios países de la Unión Europea. Este fenómeno refleja una tendencia de crecimiento sostenido en el continente. Tres son los países donde la derecha se sobrepuso.
En Francia, el partido de extrema derecha Rassemblement National (RN), liderado por Marine Le Pen, obtuvo una significativa victoria, superando al partido del presidente Emmanuel Macron. Los resultados de las elecciones reflejan un apoyo masivo a la agenda nacionalista y anti-inmigración de Le Pen, consolidando al RN como una fuerza política dominante. Le Pen, al asegurar cerca del 30% de los votos, ha conseguido posicionar a su partido como la principal oposición y ha dejado al presidente Macron en una situación precaria, llevándolo a convocar elecciones legislativas anticipadas para el 30 de junio y el 7 de julio. "He escuchado su mensaje, sus preocupaciones y no las dejaré sin respuesta", declaró Macron, subrayando la gravedad del auge de los nacionalistas en el país.
Por otra parte, en Alemania, la situación también refleja un notable ascenso de la derecha. El partido Alternativa para Alemania (AfD), conocido por sus posturas anti-inmigración y euroescépticas, logró posicionarse en segundo lugar, detrás de los conservadores pero por delante de los socialdemócratas del canciller Olaf Schol. Este resultado no solo subraya el descontento con la política actual, sino que también resalta un cambio significativo en el electorado alemán, tradicionalmente reticente a apoyar partidos de extrema derecha debido a la historia nazi del país. El avance del AfD se debe, en parte, a la explotación de preocupaciones sobre la migración y la identidad nacional, temas que han resonado fuertemente entre los votantes, especialmente en el contexto de la crisis económica y la guerra en Ucrania que ha afectado los costos energéticos y el desarrollo industrial en Europa.
Por último, en Bélgica, los resultados de las elecciones provocaron inestabilidad en el territorio político. El primer ministro Alexander De Croo, del partido liberal flamenco Open Vld, anunció su dimisión tras los malos resultados obtenidos por su formación en las elecciones. Los grandes ganadores fueron el partido nacionalista flamenco N-VA y el de ultraderecha Vlaams Belang, reflejando un cambio dramático en el escenario político belga. De Croo, visiblemente conmovido, reconoció la derrota y felicitó a los ganadores. Este resultado no sólo marca un revés para los liberales flamencos, sino que también resalta la creciente popularidad de las agendas nacionalistas y de ultraderecha en Bélgica, un país conocido por su complejidad política y diversidad cultural.
El avance de la ultraderecha en Europa no es un fenómeno aislado. Desde la crisis de los refugiados sirios en 2015 y la lenta recuperación económica post-pandemia, la narrativa ultraderechista ha encontrado un terreno fértil en el descontento social y económico. La oposición a la inmigración, las regulaciones ambientales y el apoyo a valores tradicionales son temas recurrentes que han ganado tracción entre un electorado cada vez más frustrado con las élites políticas tradicionales.
Además, el impacto de la guerra en Ucrania y la crisis energética han exacerbado las tensiones económicas, alimentando la percepción de que los gobiernos están más preocupados por cuestiones internacionales que por las necesidades internas. Esta percepción ha sido capitalizada por los partidos de ultraderecha, que se presentan como defensores de la nación y del ciudadano común frente a una dirigencia enfocada en ideales abstractos como el clima y la igualdad de género.
A medida que Europa enfrenta desafíos económicos y sociales significativos, la capacidad de los partidos tradicionales para responder a las preocupaciones de los ciudadanos será crucial para contrarrestar el auge de la extrema derecha. La política europea se encuentra en un punto de inflexión, donde el futuro del continente dependerá en gran medida de cómo se maneje esta creciente ola de descontento y de las decisiones que se tomen en los próximos años. El reciente avance de la derecha y ultraderecha en Europa es un reflejo del profundo malestar que recorre el continente.