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Meses frenéticos

Estados Unidos y China escalan la tensión en días clave para el comercio global

En solo siete días, Estados Unidos y China pasaron del amague diplomático a la amenaza de represalias masivas.

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25 de abril de 2025 - 16:04 Por Sarai Avila

En los últimos días escaló la tensión entre Estados Unidos y China y volvió a reactivarse con fuerza el conflicto arancelario entre ambas potencias. En una sucesión de declaraciones cruzadas, medidas económicas y advertencias diplomáticas, los gobiernos de Donald Trump y Xi Jinping escalaron la confrontación a niveles que no se veían desde la fase más intensa de la guerra comercial iniciada en 2018.

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Ni Estados Unidos ni China aflojan

Todo comenzó con un nuevo paquete de aranceles anunciado por la administración Trump, que eleva las tasas a las importaciones chinas hasta un 145%, con la amenaza de llevarlas al 245% en caso de que se detecten riesgos a la seguridad nacional en productos críticos. Esta medida se sumó a un entorno ya hostil, donde China había respondido con aranceles del 125% a las importaciones estadounidenses, reavivando el temor de un nuevo espiral de represalias.

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El presidente Trump afirmó que su gobierno mantiene conversaciones con funcionarios chinos con vistas a alcanzar un “gran acuerdo comercial”, aunque evitó confirmar si hubo contacto directo con Xi Jinping. Mientras tanto, el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Guo Jiakun, no solo negó cualquier posibilidad de ceder ante presiones, sino que subrayó que Pekín “no teme” una guerra arancelaria, aunque reiteró que “las puertas al diálogo siguen abiertas”.

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¿Qué hace China?

Por su parte, Xi Jinping, advirtió este miércoles que las guerras comerciales y arancelarias ponen en riesgo los derechos e intereses legítimos de todos los países, debilitan el sistema multilateral de comercio y "generan un impacto negativo en el orden económico global".En paralelo, la Comisión Europea dejó claro que no aceptará condiciones impuestas por Washington que impliquen desvincularse de China como requisito para acuerdos comerciales. “Tenemos conversaciones con Estados Unidos, pero eso no afecta nuestras relaciones con China”, afirmó la portavoz Arianna Podestà, reforzando la estrategia de “de-risking” defendida por Ursula von der Leyen: reducir riesgos, sin cortar lazos.

El clima de incertidumbre se agravó cuando China anunció restricciones a la exportación de seis metales pesados fundamentales para industrias estratégicas como la automotriz, defensa y semiconductores. Esta medida fue interpretada como una respuesta directa al endurecimiento arancelario estadounidense, y encendió las alarmas en las bolsas globales, que registraron caídas sensibles.Washington, por su parte, acusó a China de manipular las cadenas de suministro para ejercer presión política y económica. El Departamento de Comercio estadounidense señaló que estas restricciones buscan debilitar a los fabricantes nacionales dependientes de insumos chinos y confirmó que están trabajando para diversificar las fuentes de abastecimiento.

Las consecuencias ya se sienten en el mercado. Empresas como Apple, cuya cadena de producción depende fuertemente de China, vieron una caída del 20% en el valor de sus acciones. Por otro lado, las tarifas impuestas por Trump a productos como paneles solares y semiconductores han empujado a los fabricantes chinos a deslocalizar operaciones hacia países del sudeste asiático, como Vietnam y Malasia. Esto provocó que EE.UU. ampliara los aranceles también a esos países, complicando aún más el panorama.

En este contexto, Trump sigue firme en su retórica: “La pelota está en su tejado”, dijo sobre el avance de las negociaciones con China. Sin embargo, las señales desde Pekín indican que la presión unilateral no surtirá efecto. “El proteccionismo no tiene futuro y el desacoplamiento solo aislará a quien lo promueva”, advirtió Guo Jiakun.La tensión no solo se limita al intercambio de productos. EE.UU. ha intensificado su ofensiva para limitar el acceso de China a tecnología avanzada, especialmente en el ámbito de los semiconductores y la inteligencia artificial.

La empresa estadounidense Nvidia reportó pérdidas millonarias como consecuencia de las restricciones a la exportación de chips. Además, Washington impuso nuevas tasas a los buques construidos en China, en un intento por contener su dominio en la industria naval. Mientras tanto, Trump avanza en su estrategia de presión indirecta, instando a otros países a reducir su comercio con China como condición para mantener beneficios arancelarios con EE.UU. Desde Japón hasta India, varios gobiernos están siendo llamados a elegir bando.

Sin embargo, analistas como Bo Zhengyuan advierten que muchas economías no están dispuestas a renunciar a los vínculos con China, cuya red de inversiones y comercio es clave para su crecimiento.Este intento de dividir al mundo en dos bloques comerciales genera nerviosismo en foros multilaterales. China, por ejemplo, planea convocar una reunión informal del Consejo de Seguridad de la ONU para denunciar lo que califica como “intimidación económica” por parte de Estados Unidos.

Una guerra comercial que se extiende

En la práctica, esta guerra comercial extendida ya ha provocado un descenso en el comercio bilateral. Mientras en 2023 EE.UU. importó más de 440.000 millones de dólares en bienes desde China, el año pasado esa cifra cayó significativamente, al igual que las exportaciones estadounidenses hacia el país asiático. El déficit comercial, aunque todavía enorme, se ha reducido en parte por la caída de los intercambios.Las implicancias globales son significativas.

EE.UU. y China representan juntos el 43% de la economía mundial. Una escalada sostenida en esta disputa podría ralentizar el crecimiento global, afectar las inversiones y golpear con fuerza a economías dependientes del comercio. Por eso, desde múltiples frentes —incluida la Unión Europea y organismos internacionales como el FMI— se insiste en la necesidad de desescalar el conflicto.El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, reconoció en un discurso privado que el enfrentamiento es “insostenible” y que será necesario buscar una salida diplomática. Pero las señales mixtas desde la Casa Blanca, con declaraciones conciliadoras que se contradicen con nuevas sanciones, generan más dudas que certezas.

Por ahora, los mercados observan con atención, y las capitales del mundo se preparan para un escenario incierto. Lo único claro es que, mientras Washington y Pekín mantienen sus posturas inflexibles, el conflicto arancelario está lejos de resolverse. Y esta última semana lo ha dejado más evidente que nunca.

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