1 de mayo de 2023 - 11:21 Por Damian Szvalb España cerró 2021 con un 21,7% de sus habitantes en riesgo de pobreza, poco más de 10 millones de personas. Las mujeres superaron ese valor. También los jóvenes menores de 18 años, rango que se ubicó en el 28.9%. En 2021 el umbral de pobreza en España fue de 9.535 euros. El umbral de pobreza por hogar, compuesto por dos adultos y dos menores de 14 años, para ese año fue de 20.024 euros.
De todo el país, Almería, en la región de Andalucía, es la provincia con menor renta per cápita, con 9.709 euros. Es reflejo de la realidad de toda la región de Andalucía, en la que el 83% de los municipios se ubican en el 25% de los que presentan menor renta per cápita. En Almería, si bien el promedio es 9.709 euros, muchos de sus municipios se encuentran por debajo de este valor: Bédar (7.968 euros por persona), Vícar (7.912 euros), Níjar (7.801), Partaloa (7.535), La Mojonera (7.443), Turre (7.439) y, por último, Arboleas con solo 7.429 euros por persona al año.
La agricultura de invernadero es el elemento central de la producción agrícola de muchas localidades del sur de España, en particular en la provincia de Almería, que concentra casi el 90% de invernaderos de toda la región de Andalucía, a la que pertenece. Este sistema ha permitido a muchas localidades de la provincia, ubicadas en la zona más seca de España, ostentar un desarrollo productivo del que, antes de su aparición, carecían. A pesar de su éxito, el modelo es muy cuestionado por varios factores, tanto ambientales como vinculados a los derechos humanos.
Los invernadores de Almería
El punto central del sistema es, justamente, la utilización de estructuras precarias cubiertas por plástico. Si bien a lo largo de su historia estas estructuras han ido sufriendo modificaciones, el patrón común fue y es la utilización de muchos metros cuadrados de telas plásticas para cubrir las cosechas. Esta fue la manera que se encontró para poder producir frutas y verduras en una zona de extrema aridez, escasa lluvia y gran exposición al sol. Así, las muchas hectáreas en las que se practica esta modalidad de cultivo, lucen como grandes manchas de plásticos, lo que ha hecho que públicamente se la conozca como “el mar de plástico”.
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Vista satelital del mar de plástico de España.
Foto: NASA
Otro elemento saliente del sistema es el agua. Como mencionamos, escasa naturalmente en la zona, por lo que la consecución de este recurso para desarrollar el sistema siempre ha sido un desafío. En un primer momento, el agua se tomaba de los acuíferos costeros de la zona. Sin embargo, con el desarrollo del modelo y la incorporación exponencial de hectáreas, la tarea de tomar el agua se dificultó. Las inversiones para canalizar y que llegara a todos lados encarecieron mucho la misión. El agua es un recurso central del modelo y se utiliza de manera intensiva.
Una última característica saliente es la necesaria incorporación permanente de tecnología. Los desafíos planteados por la acción de cultivar en una zona de escasa humedad han generado que el sistema se haya ido profesionalizando. La presencia de técnicos e ingenieros en busca de optimizar la dinámica es una constante.
El lado oscuro del auge productivo
Los defensores del sistema enfatizan los elementos señalados anteriormente. La producción en invernaderos permitió torcer el destino productivo de una región muy árida, ofreciendo una vía de desarrollo para las localidades. Sin embargo, el desarrollo parece ser exclusivo de quienes son dueños de las hectáreas. La población que trabaja en el mar de plástico no parece beneficiarse. Como tampoco parece hacerlo el medio ambiente. Aquí repasamos las consecuencias negativas que presenta el sistema, con foco en sus trabajadores.
Desarrollo humano: los trabajadores que efectivamente están en los campos sembrando y cosechando viven en la pobreza, de la cual les es muy difícil salir. Toda la renta que genera el sistema no llega a sus trabajadores, que son los peores pagos de España. Los trabajadores reciben los salarios más bajos de toda España (poco más de 7.000 euros). También, muchos no trabajan en la zona, pero viven en instalaciones de invernaderos que fueron abandonadas. En total, la Iglesia española calcula que unas 6.000 personas viven en condiciones infrahumanas en estos asentamientos, que se encuentran distantes de las zonas de servicios.
Trabajo decente: las personas trabajan en condiciones muy cuestionables, que incluso no se corresponden con los estándares de trabajo decente propuestos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de la que España es parte. Incluso, muchos de ellos viven en las plantaciones, en casillas muy modestas. No hay reportes concretos de trabajo forzoso, pero la situación no dista mucho de ello.
Migración: buena parte de los trabajadores en los grandes campos de agricultura en invernadero son inmigrantes, en general provenientes del norte de África. A su vez, buena parte de ellos son ilegales: carecen de los papeles que formalicen su ingreso a España.
La gran incidencia de trabajadores inmigrantes responde, quizá, a que las condiciones de trabajo y vivienda anteriormente descriptas son inaceptables para los trabajadores españoles. Estas personas, con tal de escapar de la realidad de sus lugares de origen, son el eslabón clave de un sistema de producción exitoso que los mantiene sumergidos en la pobreza.
Segregación social: los trabajadores de las cosechas son postergados a nivel social. Por sus condiciones de vida, por ser ilegales en muchos casos, por su renta. También por no hablar español, ya que en su mayoría son inmigrantes. Más allá de acciones aisladas de organizaciones de la sociedad civil, no hay medidas concretas para incorporarlos a la sociedad de la localidad en la que trabajan y habitan. Así se genera un proceso de diferenciación social entre los trabajadores de invernaderos y el resto de la comunidad.
Visité la Cara Oscura de España: El Mar de Plástico