6 de febrero de 2025 - 11:00 Por Fiamma Tognoli Desde su regreso a la Casa Blanca en 2025, Donald Trump intensificó su estrategia arancelaria, imponiendo tarifas a sus principales socios comerciales con el objetivo de reducir el déficit comercial, proteger la industria estadounidense y forzar concesiones en materia de seguridad. Sin embargo, sus políticas no solo responden a una lógica económica o diplomática, sino a un enfoque mucho más ambicioso: una visión revisionista del poder estadounidense, en la que la Casa Blanca no solo impone términos comerciales más duros, sino que busca redefinir la relación de Estados Unidos con el resto de los países.
En el caso de México, el gobierno de Claudia Sheinbaum logró una pausa de 30 días en los aranceles tras aceptar el despliegue de 10,000 soldados en la frontera norte para frenar la migración y el tráfico de drogas.
Con Canadá, la respuesta inicial fue diferente. El gobierno de Justin Trudeau anunció aranceles de represalia por más de 100,000 millones de dólares en bienes estadounidenses, afectando estratégicamente productos de estados republicanos clave. Sin embargo, tras una segunda llamada entre los líderes, Trudeau aceptó una tregua de 30 días, comprometiéndose a reforzar la seguridad fronteriza con 1,300 millones de dólares y a crear un grupo de trabajo conjunto con EE.UU. para combatir el narcotráfico.
El caso de Colombia mostró un patrón similar. Trump impuso un 25% de aranceles a todas las importaciones colombianas después de que el presidente Gustavo Petro prohibiera el aterrizaje de dos aviones militares estadounidenses con migrantes deportados. Petro intentó desafiar a Trump, anunciando represalias comerciales y denunciando el trato "indigno" hacia los deportados colombianos. Sin embargo, en cuestión de horas, el gobierno colombiano tuvo que ceder y aceptar los vuelos de repatriación "sin limitaciones ni retrasos". La Casa Blanca calificó el desenlace como una prueba de que "EE.UU. es respetado nuevamente".
China siguió una dinámica diferente. Aunque Trump impuso un 10% de aranceles adicionales a los bienes chinos, y frenó el ingreso de paquetes provenientes de China por 24 horas, la respuesta del país ha sido más estratégica y menos reaccionaria que la de México o Canadá.
Pekín anunció medidas que se aplicarán a partir del próximo lunes, dando tiempo a una negociación previa. Se trata de aranceles de entre el 10% y el 15% sobre una serie de bienes estadounidenses, además de incluir varias empresas de EE.UU. en su "lista de entidades no confiables", lo que podría restringir su acceso al mercado chino. Asimismo, su organismo regulador antimonopolio ha iniciado una investigación contra Google, lo que podría representar un golpe significativo para la empresa en el gigante asiático.
Xi también ha optado por un tono moderado en su diplomacia. En lugar de amenazas, ha llamado al diálogo y ha mostrado disposición a negociar, sugiriendo que Trump y el mismo podrían sostener una llamada en los próximos días. Esta estrategia responde a varios factores:
- Evitar una reacción negativa interna: China atraviesa una desaceleración económica y no quiere generar pánico en su población con un enfrentamiento frontal contra EE.UU.
- Mayor diversificación comercial: En los últimos años, China ha expandido sus acuerdos comerciales con África, América Latina y el sudeste asiático, reduciendo su dependencia del mercado estadounidense. Hoy es el principal socio comercial de más de 120 países, lo que le da margen de maniobra ante las sanciones de Washington.
- El oportunismo geopolítico: Mientras Trump amenaza a sus aliados, incluyendo a la Unión Europea, China busca proyectarse como un socio confiable y estable.
En 2018, Pekín golpeó a EE.UU. imponiendo aranceles sobre productos agrícolas clave, afectando a los votantes de Trump en estados rurales. Ahora, ha optado por afectar sectores estratégicos como la tecnología y la energía, imponiendo gravámenes a las exportaciones estadounidenses de gas natural licuado y petróleo crudo. Además, se especula que China podría considerar revivir el acuerdo comercial de "fase uno" de 2020, ofreciendo comprar más bienes estadounidenses en sectores clave para su desarrollo, como los semiconductores.
En este contexto, la primera reunión de alto nivel entre ambos países podría llevarse a cabo en la ONU el 18 de febrero, donde se espera que las negociaciones entre sus representantes abran una ventana de diálogo para evitar una escalada mayor.
Mientras tanto, la Unión Europea se perfila como el próximo objetivo de la administración Trump. En declaraciones recientes, el presidente adelantó que impondrá aranceles a bienes europeos si no logra un "acuerdo justo" con el bloque.
Los resultados de la estrategia de Donald Trump
Éxitos políticos: concesiones en seguridad y control migratorio
A corto plazo, Trump ha logrado convertir los aranceles en una herramienta de negociación efectiva. México, Canadá y Colombia han cedido a su presión, reforzando la seguridad fronteriza y colaborando con EE.UU. en la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal.
En el caso de Colombia, el gobierno de Petro pasó de un desafío frontal a una rápida rendición. Su intento de bloquear los vuelos de deportación terminó en una humillación diplomática, con EE.UU. imponiendo nuevas restricciones de visas a funcionarios colombianos y aumentando los controles migratorios en aeropuertos estadounidenses para viajeros colombianos. Para Trump, este episodio envió un mensaje claro a otros países: "si no cooperan con la política migratoria de EE.UU., habrá consecuencias económicas inmediatas".
Además, al condicionar los aranceles a resultados específicos en seguridad, Trump mantiene un mecanismo de presión constante sobre sus vecinos. Si los compromisos no se cumplen, EE.UU. puede reactivar las tarifas unilateralmente, reforzando su control sobre la agenda bilateral.
Las consecuencias económicas: inflación, incertidumbre y desincentivo a la inversión
Uno de los efectos más inmediatos de los aranceles es el encarecimiento de bienes importados. Al gravar productos de Canadá, México y China, las empresas estadounidenses que dependen de estos insumos ven aumentar sus costos de producción y, en muchos casos, trasladan estos costos a los consumidores.
Otro problema es que los aranceles incentivan a los países afectados a diversificar sus socios comerciales, reduciendo su dependencia de EE.UU. Canadá, por ejemplo, ha impulsado el consumo de productos nacionales bajo la campaña "Buy Canadian", mientras que China sigue expandiendo sus acuerdos comerciales con los BRICS y la Unión Europea.
Además, la política arancelaria de Trump genera incertidumbre macroeconómica, lo que desincentiva la inversión y aumenta la volatilidad en los mercados financieros. Empresas que dependen del comercio internacional pueden ver afectadas sus cadenas de suministro, mientras que los inversionistas pueden optar por mover su capital a mercados más estables.
El trasfondo revisionista de la estrategia de Trump
Más allá de los efectos económicos y políticos inmediatos, la política comercial de Trump encaja dentro de su visión revisionista del poder estadounidense.
Trump dejó en claro que no solo busca negociar mejores acuerdos comerciales, sino reescribir el orden global en términos favorables para EE.UU. Su retórica ha ido más allá de las tarifas: ha sugerido renombrar el Golfo de México como "El Golfo de América", ha coqueteado con la idea de anexar Canadá, ha retomado su viejo interés en comprar Groenlandia y ha planteado recuperar el Canal de Panamá, argumentando que es un símbolo de la "grandeza estadounidense".
Estos planteamientos reflejan una visión del mundo donde EE.UU. no solo lidera, sino que impone su voluntad sobre otros países, ya sea a través del comercio, la diplomacia o incluso cambios en la geografía y la soberanía de otras naciones.