24 de enero de 2025 - 09:39 Por Fiamma Tognoli Con la llegada de Donald Trump, el debate sobre el gasto en defensa ha vuelto a ocupar el centro de las discusiones en la OTAN. Estados Unidos, el mayor contribuyente a la Alianza Atlántica, ha intensificado sus críticas hacia aquellos países que no cumplen con el umbral mínimo del 2% del PIB en gasto militar, un objetivo establecido en 2006 pero que sigue siendo voluntario. Mientras Washington gasta un 3,49% de su PIB en defensa, más que cualquier otro miembro, países como Luxemburgo (0,72%) o España (1,26%) están lejos de alcanzar la meta mínima, lo que alimenta las tensiones dentro de la alianza.
La OTAN y la pelea por el gasto
El gasto en defensa dentro de la OTAN ha tenido una evolución significativa desde la Guerra Fría, reflejando los cambios en el panorama global de seguridad. Durante las décadas de 1970 y 1980, cuando las tensiones con el bloque soviético estaban en su punto álgido, el gasto militar promedio de los países de la Alianza superaba el 4,6% del PIB, llegando incluso al 4,8% en los años 80. Sin embargo, con el colapso de la Unión Soviética en los años 90, el gasto cayó progresivamente, estabilizándose en un 3,1% del PIB en esa década. Ya en los 2000, con un contexto relativamente más estable, los presupuestos de defensa alcanzaron mínimos históricos, llegando al 2,4% en 2017. Fue la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y, más tarde, la invasión de Ucrania en 2022, lo que marcó un punto de inflexión. Estas crisis revitalizaron las discusiones sobre la necesidad de aumentar el gasto militar, estableciendo el 2% del PIB como un objetivo mínimo recomendado que buscaba revertir la tendencia de décadas de recortes. Ese porcentaje, aunque acordado como referencia para frenar la caída de los presupuestos de defensa tras la Guerra Fría, no es suficiente para Estados Unidos en el contexto actual.
La administración de Donald Trump, en su segundo mandato, está marcada por una intención revisionista del status quo, y la OTAN no es la excepción. El presidente ha propuesto un aumento significativo del gasto, con metas que oscilan entre el 3,5% y el 5% del PIB, condicionado a que los aliados europeos adquieran más armamento estadounidense y den pasos concretos hacia una mayor autosuficiencia militar. La presión estadounidense, aunque legítima desde la perspectiva de la equidad, también refleja intereses económicos y estratégicos.
La guerra de Ucrania cambió todo
En este contexto, Alemania ha emergido como un caso emblemático del cambio de mentalidad en Europa. Tras años de críticas por su bajo gasto militar, en 2024 alcanzó por primera vez el 2% del PIB gracias a un fondo especial de 100.000 millones de euros creado tras la invasión rusa de Ucrania en 2022. Sin embargo, el ministro de Defensa, Boris Pistorius, ha afirmado que el 2% es insuficiente y ha propuesto elevar la inversión al 3% o más. Según Pistorius, las amenazas actuales requieren un esfuerzo presupuestario mucho mayor. Para cumplir con ese objetivo, Alemania tendría que invertir anualmente más de 120.000 millones de euros, un desafío significativo en términos financieros.
La guerra en Ucrania ha actuado como un catalizador para que más países europeos aumenten sus presupuestos de defensa. En 2024, por primera vez, el gasto colectivo de la OTAN alcanzó el 2% del PIB combinado de todos sus miembros, y se espera que 18 países cumplan con este umbral. Sin embargo, un tercio de los miembros sigue rezagado, lo que subraya las dificultades de alcanzar una verdadera equidad en la carga de defensa colectiva. Italia, por ejemplo, con un gasto actual del 1,49%, necesitaría 9.500 millones de euros adicionales para llegar al 2% y unos 30.000 millones más para alcanzar el 3%. España enfrenta problemas similares, con un gasto del 1,26%, lo que la convierte en uno de los países con menor inversión relativa dentro de la OTAN.
La OTAN, consciente de la necesidad de adaptarse a un entorno global más desafiante, está considerando aumentar su objetivo mínimo. Según informes, en la próxima cumbre de junio de 2025 en La Haya, podría anunciarse un nuevo estándar del 2,5% en el corto plazo y del 3% para 2030. Este ajuste refleja los cambios en el panorama de seguridad global, donde la guerra en Ucrania, las tensiones con China en el Indo-Pacífico y la proliferación de tecnologías militares avanzadas, como drones y misiles hipersónicos, están transformando los conceptos tradicionales de defensa.
Europa busca alternativas
El debate no solo se centra en cuánto gastar, sino también en cómo financiar estos incrementos. Europa ha propuesto varias alternativas, como excluir el gasto militar del cálculo del déficit según las reglas fiscales de la UE, emitir "Eurobonos para la Defensa" o crear un fondo europeo específico para financiar la modernización militar. Estas medidas buscan aliviar la carga financiera de los países más rezagados y fomentar una mayor cooperación en el sector de la defensa.
A pesar de estas iniciativas, la disparidad económica entre los miembros de la OTAN, junto con los debates internos sobre prioridades nacionales, dificulta la implementación de un estándar común. Mientras tanto, Estados Unidos continúa insistiendo en una mayor equidad, argumentando que su papel desproporcionado en la seguridad europea no es sostenible a largo plazo.
A medida que las amenazas aumentan, la pregunta central es si los países miembros serán capaces de asumir una mayor responsabilidad en su propia seguridad o si Estados Unidos seguirá siendo el pilar principal de la Alianza.