22 de junio de 2025 - 11:51 Por Redacción El Archivo La decisión del presidente Donald Trump de ordenar ataques directos contra tres instalaciones nucleares iraníes representa una de las escaladas más significativas en décadas en Medio Oriente. La operación "Martillo de Medianoche", ejecutada con bombardeos de precisión a las 2:30 AM hora local, no solo marca el fin de la política estadounidense de evitar confrontaciones directas con Irán, sino que arrastra a Washington de lleno a un conflicto que ya no puede caracterizarse como una guerra por poderes entre Israel e Irán.
Los objetivos seleccionados revelan la magnitud y el simbolismo del ataque: Fordo, la instalación más secreta y fortificada del programa nuclear iraní construida dentro de una montaña; Natanz, el mayor centro de enriquecimiento de uranio del país; e Isfahan, donde se almacenan las mayores reservas de combustible nuclear. El uso de bombarderos B-2 con bombas antibúnker de 30,000 libras marca un precedente histórico, siendo la primera vez que Estados Unidos emplea este armamento en combate real, lo que subraya tanto la determinación como la capacidad única estadounidense para penetrar defensas consideradas impenetrables.
La respuesta iraní no se hizo esperar y demostró que Teherán no está dispuesto a ceder ante la presión militar. Apenas tres horas después del anuncio de Trump, Irán lanzó misiles balísticos contra territorio israelí, causando al menos 27 heridos y demostrando que mantiene capacidad de respuesta a pesar de los devastadores ataques a su infraestructura nuclear. Esta escalada inmediata confirma que ambos países han cruzado líneas rojas que mantenían cierto equilibrio en la región durante décadas.
El mensaje del secretario de Defensa Pete Hegseth sobre que "esto no tiene un final abierto" revela la paradoja estratégica en la que se encuentra la administración Trump. Por un lado, busca evitar una guerra prolongada que contradiga sus promesas electorales de no involucrarse en "guerras estúpidas e interminables". Por otro, ha tomado una decisión que prácticamente garantiza una espiral de represalias que será difícil de controlar. La presencia de más de 40,000 tropas estadounidenses en la región las convierte en objetivos potenciales de la venganza iraní.
Los aliados regionales de Irán, incluyendo Hezboláen Líbano, los hutíes en Yemen y milicias armadas en Irak, representan una amenaza latente que podría transformar este conflicto bilateral en una conflagración regional. Hasta ahora, estos grupos no han entrado de lleno en la batalla, pero la escalada podría cambiar este cálculo estratégico. Además, la capacidad iraní de cerrar el estrecho de Ormuz, por donde transita gran parte del petróleo y gas mundial, añade una dimensión económica global al conflicto que podría afectar mercados energéticos internacionales.
El panorama que emerge es el de una región en el umbral de una transformación fundamental. Trump ha apostado a que la demostración de fuerza obligará a Irán a negociar desde una posición debilitada, pero la respuesta inmediata de Teherán sugiere que está dispuesto a asumir costos significativos antes que capitular. Con diplomacia aparentemente descartada a corto plazo e Irán declarando que no está "abierto a la diplomacia ahora mismo", Medio Oriente enfrenta su momento más peligroso en décadas, donde cada movimiento podría desencadenar consecuencias impredecibles para la estabilidad global.