15 de mayo de 2024 - 15:51 Por Sarai Avila Brasil atraviesa una de las crisis climáticas más grandes de los últimos años. Desde el 30 de abril, el país enfrenta una situación sin precedentes debido a las intensas lluvias que cayeron sobre la región del norte y posteriormente se desplazaron hacia el sur.
La causa de la crisis es climática: en los últimos años, el calentamiento global ha aumentado la temperatura global, lo que ha llevado a que las máximas temperaturas del sur y el centro del país causen un sistema de alta presión atmosférica, provocando un bloqueo atmosférico e impidiendo que un frente frío de lluvias y temperaturas bajas se desplace. Al combinarse con un flujo de humedad proveniente del norte del país, se produjeron lluvias torrenciales que ha provocado la inundación. A esto se suma un debilitamiento de las normativas ambientales y la deforestación del Amazonas.
Los números de la catástrofe climática en Brasil
La zona más afectada es el estado de Rio Grande do Sul, donde el 80% del territorio se encuentra inundado debido a que el río Guaíba alcanzó los 5,3 metros, el nivel más alto de su historia. De esta forma, ciudades enteras han quedado sumergidas bajo el agua. Dieciocho represas se encuentran en peligro inminente de colapso, se han perdido cultivos e infraestructura agropecuaria.
Las autoridades estiman que más de 1,5 millones de personas se vieron afectadas por el temporal, y que se necesitará aproximadamente unos 3.663 millones de dólares para recuperarse de las inundaciones. El saldo de fallecidos es de 140 personas y se calcula que 160 están desaparecidas. Además, más de 600 mil personas fueron desplazadas de sus hogares.
Ante la catastrófica situación, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció que el gobierno estaba trabajando en el sur del país, anunció la apertura de una línea de crédito de 7.000 millones de reales (unos 1.360 millones de dólares) con tipos de interés bajos para apoyar a las empresas y a los autónomos, y anunció un paquete de ayudas de 50.000 millones de reales (9.800 millones de dólares) para ayudar al estado de Rio Grande do Sul. El Jefe de gobierno subrayó que “la burocracia no será un obstáculo en las labores de recuperación del estado y que pondrá a disposición de la región todos los recursos necesarios”, argumentando que “le debemos mucho a Río Grande del Sur y al pueblo gaucho”.
El 5 de mayo, el presidente sobrevoló el estado de Maranhao, uno de los más pobres y localizado en el noreste del país, y comentó a la prensa que él sabía lo que el pueblo estaba pasando porque “ya viví en barrios en los que el agua subía hasta un metro y medio y uno se levantaba con cucarachas, ratones y sanguijuelas en la pantorrilla”. Esta semana, Lula decidió posponer su viaje a Chile debido al desastre climático y dijo que la presidencia tiene “la necesidad de monitorear la situación de las inundaciones en Rio Grande do Sul y coordinar la atención a la población afectada y las tareas de reconstrucción”.
Consecuencias en Uruguay y Argentina
Las fuertes lluvias brasileñas también están repercutiendo en el norte de Uruguay y Argentina. En Uruguay rigen alertas naranjas y rojas, dependiendo de la zona. En Misiones ya están tomando medidas preventivas en el caso de posibles inundaciones por la crecida de las cataratas. En Concordia, ciudad de Entre Ríos, más de 500 personas han sido evacuadas y se activaron protocolos de emergencia y operativos de rescate.
El intendente de Concordia, Francisco Azcué, dijo que “hay una serie de variables que influyen en el caudal de agua que llega del norte hasta acá. Tenemos la represa de Salto Grande a pocos kilómetros, y contiene el agua hasta cierto límite. Pero en un momento no puede seguir conteniendo el agua y tiene que hacer maniobras para que la apertura de las compuertas y el caudal de agua que sale de la represa impacten lo menos posible. Pero cuando el caudal es de esta magnitud, afecta indirectamente a nuestra ciudad, y nos da cierto margen de previsibilidad y trabajamos de otra manera”.
Repercusión mundial
Desde Estados Unidos, el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, anunció que “estamos profundamente entristecidos por la pérdida de vidas y la devastación causada por las graves inundaciones en el sur de Brasil y extendemos nuestro más sentido pésame a todos los afectados por esta tragedia”, ofreciendo ayuda para hacer frente a la situación. Por otra parte, el Papa envió, a través de la Limosnería Apostólica, 100.000 euros para dar asistencia a la población afectada por las inundaciones.
Desde Argentina se enviaron a Brasil dos purificadores de agua y 72.000 pastillas potabilizadoras trasladados en un avión Hércules de la Fuerza Aérea Argentina. La cancillería brasileña agradeció “al gobierno de la República Argentina las reiteradas manifestaciones de solidaridad y el envío de importante ayuda humanitaria a los afectados por las inundaciones en el sur del país”. El gobierno argentino consideró que “resulta necesario dar respuesta a requerimientos de asistencia humanitaria solicitados”. Diana Mondino dijo que Argentina ponía a disposición de Brasil una brigada compuesta por veinte efectivos y caninos de la Policía Federal Argentina, además de expertos en logística de la Comisión de Cascos Blancos, un avión para transporte de personas y de carga, pastillas potabilizadoras, tres helicópteros para traslado y evacuaciones y dos plantas potabilizadoras de agua, un equipo móvil con personal de sanidad, buzos tácticos de la Armada Argentina y unidades de ingenieros con embarcaciones.
Los principales centros meteorológicos del país difundieron un escrito en el que confirmaron que “las lluvias serán más intensas en el centro-este y noreste del estado, incluida la región metropolitana de la capital, Porto Alegre” y sobraron que “en los próximos días, este frente frío y la posterior entrada de una masa de aire